El origen de las palabras hebreo, israelita y judío
Por Bruno
Perera.
1. El término “hebreo”
proviene del nombre Éber (o Heber), un antepasado del patriarca Abraham,
mencionado en el Génesis (10:21). Por ello, a Abraham y a sus
descendientes se les conoció como ivrim (עִבְרִים), que en hebreo
significa “los que vienen del otro lado” o “los del otro lado del río”,
probablemente en referencia al Éufrates. Con el tiempo, el término hebreo
se asoció con los primeros patriarcas y sus clanes nómadas antes de
establecerse en Canaán.
2. La era de
Abraham —considerado el padre del pueblo hebreo— comenzó aproximadamente
hacia el año 2000 antes de Cristo (a.C.), cuando, según la tradición
bíblica, salió de Ur de los Caldeos, en Mesopotamia, para dirigirse a la
tierra de Canaán. Sus descendientes continuarían su linaje hasta formar
el pueblo de Israel.
3. La palabra “israelita”
tiene su origen en el nombre Israel, dado por Dios al patriarca Jacob,
nieto de Abraham, después de luchar con un ángel (Génesis 32:28). Los israelitas
fueron, por tanto, los descendientes directos de Jacob, organizados más tarde
en las doce tribus.
4. La era de
Moisés se sitúa hacia el año 1526 a.C., fecha aproximada de su
nacimiento en Egipto, y se extiende hasta su muerte en el año 1406 a.C..
Según la tradición bíblica, Moisés fue el gran legislador que condujo al pueblo
hebreo fuera de Egipto durante el Éxodo, acontecimiento que comenzó
hacia el año 1445 a.C.. Durante cuarenta años guio al pueblo por el
desierto del Sinaí, donde recibió la Ley de Iahú=Jehóvas en el monte
homónimo, estableciendo los fundamentos religiosos y morales del pueblo de
Israel.
5. Moisés murió
en el monte Nebo, frente al valle del Jordán y la tierra prometida, sin
llegar a entrar en Canaán. Su muerte ocurrió, según la Biblia (Deuteronomio
34:1–5), en el año 1406 a.C., a los 120 años de edad. Su tumba nunca fue
encontrada.
6. Tras la
muerte de Moisés, Josué tomó el liderazgo del pueblo y condujo la conquista
y colonización de Canaán, la cual se inició, de acuerdo con la cronología
bíblica tradicional, en el año 1406 a.C., inmediatamente después de la
muerte de Moisés, y no en el 1200 a.C. como indican algunas corrientes críticas
modernas.
7. Los levitas,
descendientes de Leví —uno de los hijos de Jacob y antepasado de Moisés
y Aarón—, no recibieron un territorio propio como las demás tribus, sino que
fueron distribuidos entre las tribus israelitas para servir como sacerdotes y
maestros de la ley. Por tanto, la colonización levítica de Canaán
comenzó también hacia el 1406 a.C., coincidiendo con el asentamiento de
las demás tribus bajo la dirección de Josué.
8. Con el paso
de los siglos, el pueblo israelita se consolidó bajo los reyes Saúl, David y
Salomón. Pero tras la muerte de este último, el reino se dividió en dos: Israel
(al norte) y Judá (al sur). De este último surgió el término “judío”,
que originalmente designaba a los habitantes de Judá, especialmente de la tribu
homónima, y más tarde se extendió a todos los que mantenían la fe en el Dios de
Israel.
9. En resumen,
los términos hebreo, israelita y judío representan tres
etapas históricas de un mismo pueblo descendiente de Abraham:
“Hebreo”
identifica a los antiguos patriarcas nómadas desde la era de Abraham (2000
a.C.).
“Israelita”
se refiere al pueblo formado bajo Moisés (1526–1406 a.C.) y organizado
en tribus tras el Éxodo (1445 a.C.).
“Judío”
designa a los descendientes del Reino de Judá, que conservaron su
identidad espiritual incluso después del exilio babilónico (586 a.C.).
Fuentes y referencias
Libro del
Génesis, capítulos 10, 11, 12, 32.
Libro del
Éxodo, capítulos 1–20.
Libro de Josué, capítulos 1–24.
Libro del
Deuteronomio, capítulo 34.
Flavio Josefo,
Antigüedades de los judíos.
The
Chronological Study Bible, Thomas Nelson, 2008.
Encyclopaedia Britannica (edición 2024): entradas sobre “Abraham”, “Moses”, “Israelite”, “Canaan”.
Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, La Biblia desenterrada (2001).
Nota final: Transformaciones y usos contemporáneos.
A lo largo de
los siglos, los términos “hebreo”, “israelita” y “judío” han adquirido
significados diversos según el contexto histórico, religioso, político e
identitario. Esta sección ofrece una panorámica de esas transformaciones desde
la diáspora hasta el presente.
Diáspora y Edad Media. Tras la destrucción del Segundo Templo en el año 70 d.C., el término “judío” se consolidó como el más común para referirse a los descendientes del pueblo de Israel, especialmente en contextos religiosos y comunitarios.
“Hebreo” pasó
a usarse principalmente como referencia lingüística (lengua hebrea) o en textos
litúrgicos.
“Israelita” se
mantuvo como término bíblico, pero también fue adoptado por algunas comunidades
cristianas para referirse a sí mismas como “nuevo Israel”.
Modernidad y secularización. En el siglo XIX, con el surgimiento del nacionalismo y el antisemitismo moderno, “judío” adquirió connotaciones étnicas y políticas, a menudo impuestas desde fuera.
El movimiento
sionista recuperó el término “israelita” como base para la creación del Estado
de Israel, aunque el gentilicio moderno es “israelí”.
“Hebreo” fue
revitalizado como lengua nacional, y su uso se expandió en el ámbito académico,
cultural y político.
Usos actuales en distintos contextos.
Religioso: “Judío” se usa para designar a quienes practican el judaísmo, mientras que “israelita” aparece en contextos litúrgicos o denominaciones específicas (como “comunidad israelita”).
Político: “Judío” puede referirse a una identidad nacional o étnica, mientras que
“israelí” designa la ciudadanía del Estado de Israel, independientemente de la
religión.
Identitario: En diásporas modernas, algunos prefieren “hebreo” o “israelita” para
evitar connotaciones políticas o religiosas, mientras que otros reivindican
“judío” como identidad integral.
Sobre ambigüedad y sensibilidad. El uso de estos términos puede variar según el país, la tradición religiosa, el idioma y el contexto histórico.
En debates
contemporáneos, es importante distinguir entre “judío” como religión, etnia o
nacionalidad, y entre “israelí” como ciudadanía política.
............................
Crítica sobre fuentes y cronologías
Aunque
este artículo se apoya en fuentes bíblicas y cronologías tradicionales para
trazar el origen de los términos “hebreo”, “israelita” y “judío”, conviene
señalar que parte de la historiografía contemporánea —incluyendo corrientes
arqueológicas críticas— cuestiona la literalidad de ciertos relatos
fundacionales. Investigaciones como las de Israel Finkelstein y Neil Asher
Silberman (La Biblia
desenterrada) sugieren que episodios como el Éxodo o la conquista
de Canaán podrían responder más a construcciones identitarias posteriores que a
hechos verificables en los registros arqueológicos. Esta tensión entre relato y
evidencia no invalida el valor cultural y simbólico del texto bíblico, pero
invita a una lectura que distinga entre historia documentada y memoria
fundacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario