¿Hay posibilidad de que Palestina se pueda convertir en un Estado libre?
Por Bruno
Perera.
Durante más de
siete décadas, la palabra “Palestina” ha estado asociada al conflicto, la
ocupación y la promesa incumplida de un Estado propio. Desde los Acuerdos de
Oslo hasta hoy, las esperanzas se han desvanecido una y otra vez entre
bombardeos, bloqueos y divisiones políticas. No obstante, la posibilidad de que
Palestina se convierta en un Estado libre no está muerta, aunque su
materialización exige algo más que buenas intenciones: requiere una estrategia
global, coherente y verificable.
Los tres
principales obstáculos para el nacimiento real de un Estado palestino son la
expansión territorial israelí, la división política palestina y la falta de
coordinación internacional efectiva.
La expansión
de asentamientos israelíes hace cada vez más difícil imaginar una Palestina
contigua y viable.
La división
interna entre Fatah y Hamas resta legitimidad y cohesión a cualquier
negociación.
Y la comunidad
internacional, aunque suele condenar la violencia, carece de una hoja de ruta
unificada para imponer medidas efectivas o exigir responsabilidades a ambas
partes.
Mientras
tanto, los temas clave siguen sin resolverse: Jerusalén, los refugiados, la
seguridad de Israel, el control del agua y los recursos, y la gestión de las
fronteras.
Uno de los
asuntos menos comentados, pero estratégicamente más importantes, es el de la Zona
Económica Exclusiva (ZEE) frente a la costa mediterránea. Según el Derecho
del Mar, cada Estado ribereño tiene derecho a explotar los recursos naturales
—pesca, gas, petróleo y minerales— en una franja marítima de hasta 200 millas
náuticas desde su costa.
El problema es
que, en la costa entre Israel y Gaza, la delimitación de esa ZEE nunca ha sido
oficialmente reconocida ni acordada entre Israel y Palestina. Israel controla
casi toda la franja marítima, mientras que Palestina —si se le reconociera
soberanía plena sobre la Franja de Gaza— tendría derecho a una porción
proporcional a su costa, de unos 40 kilómetros de longitud.
Esa franja,
aunque pequeña, ocupa una zona rica en gas natural, donde ya se han
descubierto campos como el Gaza Marine, cuya explotación ha estado
bloqueada durante más de dos décadas por motivos políticos y de seguridad.
Una solución
justa y viable podría basarse en estos principios:
1.
Delimitación equitativa de la
ZEE según la longitud de las costas y la proyección
hacia el mar, respetando el principio de equidistancia del Derecho
Internacional.
2.
Creación de una autoridad
marítima binacional, con participación de observadores
internacionales, que regule el acceso, la pesca y la explotación de recursos.
3.
Gestión compartida de los
campos de gas, con beneficios distribuidos según porcentaje
acordado (por ejemplo, 60 % Israel – 40 % Palestina durante los primeros diez
años, hasta alcanzar paridad cuando Palestina consolide su estructura
institucional).
4.
Fondo de desarrollo común, donde parte de los ingresos energéticos se destine a proyectos
humanitarios, infraestructuras y reconstrucción en Gaza y Cisjordania.
Compartir la
ZEE no solo permitiría reducir tensiones, sino que abriría una vía económica
para la estabilidad regional. La riqueza submarina podría convertirse en el motor
energético y financiero del futuro Estado palestino, bajo supervisión
internacional y con garantías para ambas partes.
Un plan de salida: pasos realistas y simultáneos. La única vía realista pasa por un conjunto de medidas coordinadas y
verificables que combinen seguridad, diplomacia y reconstrucción.
1. Alto al
fuego humanitario permanente y fin del
castigo colectivo sobre Gaza. Sin condiciones de vida mínimamente humanas no
puede haber negociación legítima.
2. Congelación
inmediata de los asentamientos israelíes, auditada por
observadores internacionales. Sin tierra no hay Estado.
3. Unidad
política palestina, mediante un acuerdo mínimo entre Fatah y Hamas
o la creación de una estructura representativa común que permita negociar con
una sola voz.
4.
Reconocimiento internacional progresivo: coordinar a
los países que aún no han reconocido a Palestina para aumentar la presión
diplomática y consolidar su legitimidad jurídica.
5. Seguridad
garantizada por terceros, con misiones internacionales
que eviten ataques transfronterizos y den garantías a Israel de que su
seguridad no será amenazada por un Estado palestino.
6. Fronteras
basadas en las líneas de 1967, con
intercambios territoriales negociados y corredores seguros que conecten
Cisjordania y Gaza.
7. Jerusalén
compartida o con administración internacional: una solución
que garantice el acceso libre a los lugares sagrados y reconozca la doble
capitalidad.
8. Solución
pragmática al problema de los refugiados, mediante
compensaciones económicas, retorno limitado y un fondo internacional
administrado por la ONU y países donantes.
9. Reconstrucción
económica masiva, con inversiones en energía, infraestructuras,
transporte y empleo, para reducir la dependencia exterior y evitar que el
extremismo encuentre caldo de cultivo.
10. Reparto
justo de la ZEE, con beneficios energéticos compartidos, control
marítimo equitativo y desarrollo conjunto bajo arbitraje internacional.
Una hoja de ruta por fases
Fase 1 (0–12
meses): alto el fuego, unidad palestina y congelación de
asentamientos.
Fase 2 (12–36 meses): negociaciones intensas sobre fronteras, seguridad,
ZEE y Jerusalén, con mediación internacional.
Fase 3 (36–72 meses): reconocimiento pleno, aplicación de los acuerdos y
admisión de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU.
Por qué fracasan las iniciativas de paz
Las anteriores
iniciativas se han estrellado contra tres muros:
La política
interna israelí, donde los gobiernos más duros priorizan la
expansión territorial.
La división
palestina, que impide hablar con una sola voz.
La falta de
coordinación internacional, donde cada potencia actúa por
su cuenta según intereses propios.
Mientras esos
tres factores no se alineen, cualquier propuesta de paz será efímera.
Conclusión: la libertad de Palestina depende del coraje político del mundo
Palestina
puede ser un Estado libre. Tiene reconocimiento diplomático, base jurídica y
derecho histórico. Lo que falta no es legitimidad, sino voluntad política
global para hacerlo realidad.
Si se lograra
un compromiso firme y multilateral —con garantías de seguridad para Israel,
unidad palestina, reparto equitativo de la ZEE y reconstrucción económica
supervisada—, el sueño de un Estado palestino libre y soberano podría dejar de
ser un ideal y convertirse en una verdad tangible.
Fuentes
consultadas
ONU (2012): Resolución 67/19 que reconoce a Palestina como Estado observador no
miembro.
Acuerdos de
Oslo (1993–1995): base del actual marco de la Autoridad Palestina.
Iniciativa de
Paz Árabe (2002): propuesta de la Liga Árabe para la normalización
con Israel a cambio del reconocimiento del Estado palestino.
Informes ONU y
Human Rights Watch: sobre expansión de asentamientos y fragmentación
territorial.
Banco Mundial
y FMI: datos sobre economía palestina y viabilidad de
desarrollo.
Convención de
las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982): base jurídica de la delimitación de Zonas Económicas Exclusivas (ZEE).
Descubrimientos
del campo Gaza Marine: British Gas (1999) y
posteriores informes de la Autoridad Palestina y Shell.
Reconocimiento
internacional: más de 150 países han reconocido a Palestina
como Estado soberano.
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