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jueves, 9 de octubre de 2025

¿Hay posibilidad de que Palestina se pueda convertir en un Estado libre?

 


¿Hay posibilidad de que Palestina se pueda convertir en un Estado libre?

Por Bruno Perera.

Durante más de siete décadas, la palabra “Palestina” ha estado asociada al conflicto, la ocupación y la promesa incumplida de un Estado propio. Desde los Acuerdos de Oslo hasta hoy, las esperanzas se han desvanecido una y otra vez entre bombardeos, bloqueos y divisiones políticas. No obstante, la posibilidad de que Palestina se convierta en un Estado libre no está muerta, aunque su materialización exige algo más que buenas intenciones: requiere una estrategia global, coherente y verificable.

Los tres principales obstáculos para el nacimiento real de un Estado palestino son la expansión territorial israelí, la división política palestina y la falta de coordinación internacional efectiva.

La expansión de asentamientos israelíes hace cada vez más difícil imaginar una Palestina contigua y viable.

La división interna entre Fatah y Hamas resta legitimidad y cohesión a cualquier negociación.

Y la comunidad internacional, aunque suele condenar la violencia, carece de una hoja de ruta unificada para imponer medidas efectivas o exigir responsabilidades a ambas partes.

Mientras tanto, los temas clave siguen sin resolverse: Jerusalén, los refugiados, la seguridad de Israel, el control del agua y los recursos, y la gestión de las fronteras.

Uno de los asuntos menos comentados, pero estratégicamente más importantes, es el de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) frente a la costa mediterránea. Según el Derecho del Mar, cada Estado ribereño tiene derecho a explotar los recursos naturales —pesca, gas, petróleo y minerales— en una franja marítima de hasta 200 millas náuticas desde su costa.

El problema es que, en la costa entre Israel y Gaza, la delimitación de esa ZEE nunca ha sido oficialmente reconocida ni acordada entre Israel y Palestina. Israel controla casi toda la franja marítima, mientras que Palestina —si se le reconociera soberanía plena sobre la Franja de Gaza— tendría derecho a una porción proporcional a su costa, de unos 40 kilómetros de longitud.

Esa franja, aunque pequeña, ocupa una zona rica en gas natural, donde ya se han descubierto campos como el Gaza Marine, cuya explotación ha estado bloqueada durante más de dos décadas por motivos políticos y de seguridad.

Una solución justa y viable podría basarse en estos principios:

1.    Delimitación equitativa de la ZEE según la longitud de las costas y la proyección hacia el mar, respetando el principio de equidistancia del Derecho Internacional.

2.    Creación de una autoridad marítima binacional, con participación de observadores internacionales, que regule el acceso, la pesca y la explotación de recursos.

3.    Gestión compartida de los campos de gas, con beneficios distribuidos según porcentaje acordado (por ejemplo, 60 % Israel – 40 % Palestina durante los primeros diez años, hasta alcanzar paridad cuando Palestina consolide su estructura institucional).

4.    Fondo de desarrollo común, donde parte de los ingresos energéticos se destine a proyectos humanitarios, infraestructuras y reconstrucción en Gaza y Cisjordania.

Compartir la ZEE no solo permitiría reducir tensiones, sino que abriría una vía económica para la estabilidad regional. La riqueza submarina podría convertirse en el motor energético y financiero del futuro Estado palestino, bajo supervisión internacional y con garantías para ambas partes.

Un plan de salida: pasos realistas y simultáneos. La única vía realista pasa por un conjunto de medidas coordinadas y verificables que combinen seguridad, diplomacia y reconstrucción.

1. Alto al fuego humanitario permanente y fin del castigo colectivo sobre Gaza. Sin condiciones de vida mínimamente humanas no puede haber negociación legítima.

2. Congelación inmediata de los asentamientos israelíes, auditada por observadores internacionales. Sin tierra no hay Estado.

3. Unidad política palestina, mediante un acuerdo mínimo entre Fatah y Hamas o la creación de una estructura representativa común que permita negociar con una sola voz.

4. Reconocimiento internacional progresivo: coordinar a los países que aún no han reconocido a Palestina para aumentar la presión diplomática y consolidar su legitimidad jurídica.

5. Seguridad garantizada por terceros, con misiones internacionales que eviten ataques transfronterizos y den garantías a Israel de que su seguridad no será amenazada por un Estado palestino.

6. Fronteras basadas en las líneas de 1967, con intercambios territoriales negociados y corredores seguros que conecten Cisjordania y Gaza.

7. Jerusalén compartida o con administración internacional: una solución que garantice el acceso libre a los lugares sagrados y reconozca la doble capitalidad.

8. Solución pragmática al problema de los refugiados, mediante compensaciones económicas, retorno limitado y un fondo internacional administrado por la ONU y países donantes.

9. Reconstrucción económica masiva, con inversiones en energía, infraestructuras, transporte y empleo, para reducir la dependencia exterior y evitar que el extremismo encuentre caldo de cultivo.

10. Reparto justo de la ZEE, con beneficios energéticos compartidos, control marítimo equitativo y desarrollo conjunto bajo arbitraje internacional.

Una hoja de ruta por fases

Fase 1 (0–12 meses): alto el fuego, unidad palestina y congelación de asentamientos.
Fase 2 (12–36 meses): negociaciones intensas sobre fronteras, seguridad, ZEE y Jerusalén, con mediación internacional.
Fase 3 (36–72 meses): reconocimiento pleno, aplicación de los acuerdos y admisión de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU.

Por qué fracasan las iniciativas de paz

Las anteriores iniciativas se han estrellado contra tres muros:

La política interna israelí, donde los gobiernos más duros priorizan la expansión territorial.

La división palestina, que impide hablar con una sola voz.

La falta de coordinación internacional, donde cada potencia actúa por su cuenta según intereses propios.

Mientras esos tres factores no se alineen, cualquier propuesta de paz será efímera.

Conclusión: la libertad de Palestina depende del coraje político del mundo

Palestina puede ser un Estado libre. Tiene reconocimiento diplomático, base jurídica y derecho histórico. Lo que falta no es legitimidad, sino voluntad política global para hacerlo realidad.

Si se lograra un compromiso firme y multilateral —con garantías de seguridad para Israel, unidad palestina, reparto equitativo de la ZEE y reconstrucción económica supervisada—, el sueño de un Estado palestino libre y soberano podría dejar de ser un ideal y convertirse en una verdad tangible.

Fuentes consultadas

ONU (2012): Resolución 67/19 que reconoce a Palestina como Estado observador no miembro.

Acuerdos de Oslo (1993–1995): base del actual marco de la Autoridad Palestina.

Iniciativa de Paz Árabe (2002): propuesta de la Liga Árabe para la normalización con Israel a cambio del reconocimiento del Estado palestino.

Informes ONU y Human Rights Watch: sobre expansión de asentamientos y fragmentación territorial.

Banco Mundial y FMI: datos sobre economía palestina y viabilidad de desarrollo.

Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982): base jurídica de la delimitación de Zonas Económicas Exclusivas (ZEE).

Descubrimientos del campo Gaza Marine: British Gas (1999) y posteriores informes de la Autoridad Palestina y Shell.

Reconocimiento internacional: más de 150 países han reconocido a Palestina como Estado soberano.

 

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