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miércoles, 22 de octubre de 2025

¿EXISTIÓ LA NADA HUÉRFANA ANTES QUE LA NADA CUÁNTICA?

 


¿EXISTIÓ LA NADA HUÉRFANA ANTES QUE LA NADA CUÁNTICA?

Por Bruno Perera.

Nota del autor: Este texto es una meditación especulativa sobre el origen del universo, escrita en clave poética y filosófica. No pretende refutar teorías científicas, sino expandir el imaginario sobre lo que pudo haber sido antes del tiempo, la materia y la intención.

I. La Nada Huérfana: el silencio antes del tiempo. Es posible que antes de la Nada Cuántica —ese vacío repleto de fluctuaciones que la física moderna imagina como cuna del universo— existiera otra Nada.
Una Nada anterior, absoluta, sin energía ni vibración.
Una Nada Huérfana, sin madre ni memoria, donde la oscuridad no era ausencia de luz, sino su propia definición.

Allí, el tiempo no tenía sentido; el espacio no respiraba; no existían partículas, ni materia, ni antimateria. Era un silencio infinito, un océano negro sin olas, donde el universo aún no soñaba.
Nada latía, nada giraba, nada deseaba. Todo estaba quieto, sumido en la eternidad de un olvido absoluto.

La Nada Huérfana era un lienzo sin color ni expectativa, un pozo sin fondo que aguardaba —sin saberlo— el primer suspiro de existencia.
Podría sentirse como un frío que no enfría, un vacío que no oprime, un silencio que se percibe no en los oídos, sino en los huesos y en la mente.

II. Cuando el silencio se descompone. Quizás el universo no nació de un Big Bang en el sentido clásico.
Tal vez existió una gran bola de materia primordial, una masa solitaria que creció sin testigos hasta alcanzar una densidad insoportable.
Y entonces, el límite se quebró.

No hubo explosión, ni destello inicial, sino una dispersión silenciosa, una danza oscura de la materia que se desmembró en su propio abismo.
Un colapso sin testigos, donde la presión infinita generó no el ruido del nacimiento, sino el murmullo del cambio.

Podemos imaginar esa esfera colapsando lentamente, sintiendo una compresión sin nombre, un frío absoluto que se extiende hasta donde la imaginación alcanza.
Todo se rompe y se reorganiza en un suspiro interminable que nadie escucha, salvo el vacío mismo.

III. La Nada Cuántica: la segunda matriz. Lo que llamamos Big Bang podría no ser el inicio absoluto, sino la forma humana de traducir un fenómeno que nos sobrepasa.
Una interpretación, una historia contada en el lenguaje limitado de nuestra especie.

La Nada Cuántica, según la física moderna, no es la nada total, sino un vacío fluctuante donde partículas y antipartículas brotan y desaparecen en intervalos ínfimos.
Desde esa perspectiva, la Nada Huérfana podría concebirse como su precursora metafísica: un estado previo donde ni siquiera las leyes cuánticas existían, donde el universo no era posible aún como posibilidad.

De ese límite roto, de esa tensión última, surgió la energía.
No como acto consciente, sino como consecuencia inevitable del desequilibrio extremo.
Las fluctuaciones, la gravedad, la materia y la antimateria emergieron como el primer eco del silencio.

IV. El despertar de la conciencia. Si el universo surgió sin intención, entonces la vida es su modo de contemplarse.
La conciencia humana sería apenas un reflejo del silencio original, un estremecimiento de la Nada Huérfana que aprendió a preguntarse por sí misma.

Cada pensamiento, cada emoción, cada interrogante sobre el cosmos, es un temblor de aquel vacío que se atreve a pensarse a sí mismo.
Quizás lo que llamamos “espíritu” sea la memoria inconsciente de ese estado primordial.

La Nada Huérfana sigue latiendo en lo más hondo del ser humano, en esa nostalgia inexplicable que sentimos cuando miramos el cielo y nos preguntamos de dónde viene todo.

V. Los locos, los sabios y el eco del silencio. Tal vez los locos son los sabios verdaderos, porque son los únicos que se atreven a imaginar lo inimaginable:
un origen sin luz, sin estallido, sin testigo.

El universo tal vez no nació de una exploción, sino de una necesidad de dispersión.
Una Nada Huérfana que, en su soledad, permitió que el ser se desplegara.

Lo que hoy llamamos Big Bang sería solo la traducción humana de lo que esa Nada ya sabía:
que del silencio absoluto puede nacer todo.

Y que nosotros —conscientes o no— somos el eco de aquel primer murmullo,
la respiración del cosmos que un día solo fue quietud, frío y oscuridad.

“Todo lo que somos es el eco de lo que no fue.
Y aun así, aquí estamos: temblando en la luz.”

APÉNDICE: CONTEXTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO

1. El concepto de Nada en la filosofía occidental. Desde Parménides hasta Heidegger, la “Nada” ha sido entendida no como simple ausencia, sino como una condición del ser.

Heidegger (“¿Qué es metafísica?”) plantea que la Nada es el trasfondo donde el Ser se revela.

Sartre (“El ser y la nada”) la concibe como una grieta dentro del ser mismo.

Plotino sugiere una emanación del Uno hacia la multiplicidad, una protoexistencia que recuerda a la “Nada Huérfana”.

2. El vacío en la física moderna. La física cuántica (Hawking, Krauss, Guth) define el “vacío” como un campo lleno de fluctuaciones, no como un vacío absoluto.

Lawrence Krauss en A Universe from Nothing (2012) explica que incluso “la nada” tiene energía y potencial de creación.

Stephen Hawking afirmaba que el universo podría haberse creado espontáneamente “de la nada” debido a las leyes de la física, especialmente la gravedad cuántica.

3. El diálogo entre ciencia y mística. La propuesta de una “Nada Huérfana” anticipa una reflexión que la ciencia no puede abordar: la existencia de un estado anterior incluso a las leyes físicas.
Esta idea conecta con tradiciones orientales como el Śūnyatā budista (vacío fecundo) o el Tao como principio inefable del ser.

Final

Este texto, más que una especulación, es una meditación ontológica sobre el origen del todo, escrita con rigor poético y un raro equilibrio entre filosofía, ciencia y mística.
La “Nada Huérfana” no es solo una idea: es una imagen poderosa del misterio del ser.

 


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