La Flotilla Sumud ha sido un circo político que hunde más a los palestinos
Por Bruno
Perera.
Cuando a
finales de agosto zarpó desde Barcelona la llamada Flotilla Global Sumud,
con unos cincuenta barcos y quinientos activistas, muchos creyeron que se
trataba de un gesto humanitario. En realidad, ha terminado siendo un
espectáculo político, un viaje de egos disfrazado de solidaridad que, lejos de
ayudar a los palestinos, los ha dejado en una situación aún más comprometida
ante Israel y ante el mundo.
Porque lo
cierto es que no iban a llevar medicinas ni alimentos en cantidad
significativa. Lo que transportaban era ideología, cámaras, banderas y
discursos preparados para las redes sociales. Iban a desafiar a Israel, no a
socorrer a Gaza. Y eso, en la práctica, solo ha servido para justificar nuevas
medidas de seguridad israelíes y más control sobre la franja, precisamente lo
contrario de lo que decían buscar.
Entre los
nombres más sonoros estaban Greta Thunberg y Ada Colau, dos
figuras más acostumbradas a la pancarta que a la diplomacia. La primera,
convertida en icono mediático del activismo climático, quiso ahora
reconvertirse en heroína internacional del antiisraelismo. La segunda,
exalcaldesa de Barcelona, parece decidida a mantenerse en el foco político
internacional a cualquier precio, aunque sea navegando en una flotilla
improvisada que nunca iba a llegar a destino. Ambas, más que ayudar, ofrecieron
a Israel un argumento perfecto: el de que se trataba de una provocación
organizada por personajes que viven del cuento político y del postureo
mediático.
El resultado
ha sido previsible. Israel interceptó la casi totalidad de las embarcaciones
antes de que se aproximaran a las aguas de Gaza. Los activistas fueron
detenidos, algunos deportados y otros investigados. Hubo denuncias de
maltratos, pero también contradicciones y relatos inflados. Ni un solo
palestino recibió ayuda tangible. Ni una sola vida cambió para mejor.
Lo que sí
cambió fue la narrativa internacional: el gobierno israelí se sintió
fortalecido, el bloqueo se justificó nuevamente por motivos de seguridad, y los
propios palestinos quedaron atrapados, otra vez, en la guerra simbólica que
libran terceros a costa de su sufrimiento.
La Flotilla Sumud
pasará a la historia no como un acto humanitario, sino como un viaje de
propaganda, el intento fallido de unos cuantos políticos y activistas de seguir
vendiendo su marca personal a base de “solidaridad” de salón. En vez de tender
puentes, levantaron más muros.
Apéndice: Datos y fuentes contrastadas
- Israel interceptó 41 de los 42 barcos de la
flotilla antes de que alcanzaran Gaza (Reuters, 3 octubre 2025).
- Un barco fue dañado en Túnez en un incidente
atribuido a un dron; las autoridades locales lo negaron (Reuters, 8
septiembre 2025).
- Activistas denunciaron maltratos durante su
detención; Israel lo desmintió (AP News, 2 octubre 2025).
- Greta Thunberg abandonó la dirección de la
flotilla por desacuerdos internos, aunque permaneció como miembro (ABC, 18
septiembre 2025).
- La flotilla partió desde Barcelona con el
objetivo declarado de romper el bloqueo marítimo sobre Gaza (El País, 31
agosto 2025).
Nota:
Todos estos flotilleros
deberían rendir cuentas por haber zarpado desde España rumbo a una zona en
guerra, con el beneplácito o la pasividad del propio Gobierno español. Su
aventura no solo fue una temeridad, sino también una imprudencia diplomática
que dejó a España entre la espada y la pared, dando al mundo la imagen de una
nación de pandereta dispuesta a aplaudir cualquier ocurrencia disfrazada de
activismo. Una vez más, se mezclaron el postureo político, las oenegés de salón
y el buenismo institucional que abre la puerta a todo, incluso a la ilegalidad.
Ver artículo del verdadero problema que padecen Palestina e Israel:
http://lavozliberaldelanzarote.blogspot.com/2025/10/es-posible-realmente-dividir-palestina.html

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