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martes, 17 de junio de 2025

Una aventura interestelar en un viaje de ensueño a Plutón con mi amigo extraterrestre

 


Una aventura interestelar en un viaje de ensueño a Plutón con mi amigo extraterrestre 

Por Bruno Perera.

Anoche soñé que mi amigo extraterrestre y yo, en una nave de luz guiada por la IA más potente del mundo, emprendimos un viaje hacia Plutón. Durante la travesía, recorrimos los ocho planetas de nuestro sistema solar. La nave, que abordamos desde el Everest, partió a enorme velocidad, silenciosa entre la luz de estrellas y galaxias, pasando por destinos que nunca antes habíamos experimentado ni soñado.

Nuestra meta principal era Plutón, ese enigmático y lejano mundo helado, pero la aventura no se detuvo allí; fue solo el comienzo de una serie de experiencias fascinantes. Visitamos otros planetas donde encontramos seres que se parecían en algo a nosotros, pero que no hablaban con palabras, sino con gestos suaves y melódicos que se comprendían al instante. También escuchamos música y canciones que sonaban como campanas celestiales, casi inaudibles, pero que entraban en nuestras mentes como si nuestros propios subconscientes ya las conocieran.

El encuentro con nuestros amigos extraterrestres en otros planetas

Los nuevos compañeros alienígenas que encontramos en los planetas que visitamos en el camino hacia Plutón eran criaturas de belleza y sabiduría incomparables. Nos guiaron con confianza a través de sus relatos, basados en una sabiduría de millones de años. No tenían religión alguna, sino la creencia de que todos en el universo somos criaturas formadas con iguales derechos por el Cosmo-Poder.

Sus cuerpos, de formas y colores que desafiaban toda lógica humana, reflejaban la diversidad y la perfección de la vida en el cosmos. Pero lo más sorprendente no eran solo sus apariencias, sino sus actitudes: seres llenos de amor, paciencia y con una profunda comprensión de la amistad y la fidelidad. La lógica de supervivencia en sus mundos era la paz perpetua, donde todo se controlaba sin política, sin policía y sin militares, más que con la propia bondad que cada uno aportaba a la sociedad.

En cada uno de los planetas, que no tenían nombres sino números de identidad, los alimentos eran producidos en grandes y majestuosos árboles que no se podaban ni cuidaban, sino que se autoabastecían y proporcionaban toda la comida necesaria para sus habitantes. También había abundancia de agua en lagos y ríos de color rosado, que calmaba la sed con un solo sorbo.

Sus ropas variaban en forma y materiales según el planeta que visitábamos, pero casi todos usaban una especie de lino para confeccionar sus prendas, adaptadas a sus dos únicas estaciones del año en cada mundo, que duraban mucho más tiempo que en la Tierra.

Aventuras en Plutón

Al llegar a Plutón, nos encontramos con un paisaje de hielo y rocas que brillaban bajo la luz de las estrellas. Pero lo que realmente nos cautivó fue la cultura de sus habitantes: seres que, aunque similares en estructura a los humanos, tenían cuerpos más bellos, con formas que irradiaban paz y armonía. Sus ciudades estaban construidas con piedras y cristales que reflejaban la luz en destellos de colores, creando un espectáculo visual impresionante, como si cada casa fuera un pequeño reflejo iluminado del cosmos.

En ese lugar, descubrimos que en su sociedad las relaciones no se basaban en regalos materiales, sino en la fidelidad y el amor genuino. Las mujeres, en particular, mostraban una ternura y un cariño que superaban cualquier expectativa, entregando su confianza y afecto sin condiciones ni demandas de joyas o riquezas. La sinceridad y la empatía eran los valores que regían sus vínculos, tanto entre mayores como con los niños, quienes, muy simpáticos, nos tiraban de la ropa para mostrarnos su afecto. En todo, nos enseñaron una forma de relacionarnos mucho más pura y auténtica que la que practicamos en la Tierra.

Otros encuentros en el camino

Desde Plutón, nuestra nave nos llevó a otros planetas, cada uno con su propia belleza y cultura. En esos mundos entre gases y luces, conocimos seres que se comunicaban a través de melodías y colores, creando un lenguaje que trascendía las palabras.

En algunos planetas, encontramos criaturas que vivían en armonía con su entorno, cuidando cada rincón como si fuera un tesoro. Sus casas estaban diseñadas para albergar a toda la familia, y en esos mundos estaba totalmente prohibido cortar árboles o matar animales. Solo existían animales domesticados que convivían con los habitantes semihumanos, quienes los cuidaban con respeto. Ningún animal se parecía a los de la Tierra: eran más robustos, con piel gruesa, llena de pelo rizado y suave.

Como algo insólito: "En los planetas que visitamos, no había aves voladoras ni terrestres". Tampoco había mares ni océanos, pero sí lagos con muchos animales de distintas especies que no eran comidos por los alienígenas".

Reflexión final

Nuestro viaje a Plutón y más allá no solo fue una aventura espacial, sino también una lección de vida. Nos abrió los ojos a nuevas formas de entender el amor, la amistad y la fidelidad. Nos enseñó que, en el vasto universo, la verdadera belleza y felicidad se encuentran en las conexiones sinceras y en la capacidad de amar sin condiciones.

Quizá, algún día, podamos aplicar esas enseñanzas en nuestro mundo, creando relaciones más auténticas, llenas de amor y empatía, inspirados por los seres que conocimos en nuestro viaje interestelar. Porque, al final, el universo nos muestra que la verdadera riqueza está en el corazón y en el saber que todos estamos confeccionados por el Cosmo-Poder, que no nos demanda esclavitud ni pago por pertenecer a su rebaño cósmico, sino fraternidad perpetua en toda su creación.

¡Qué amargo desconsuelo saber que este tan ansiado viaje quedó reducido a solo un sueño, y que la realidad se escapó entre las sombras de la ilusión!

 


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