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viernes, 1 de agosto de 2025

El Cosmo-Poder: la ley natural que rige la vida y el sacrificio entre especies

 


El Cosmo-Poder: la ley natural que rige la vida y el sacrificio entre especies

Por Bruno Perera.

1. Nacimos de la Nada Cuántica

Según las teorías cosmológicas más aceptadas, el universo surgió de una fluctuación en la Nada Cuántica, un vacío aparente que, en realidad, contenía el potencial para todo lo existente. De ahí emergió el Cosmo-Poder que dio origen al Big Bang, con la mediación de la partícula de Higgs, dando origen al tiempo, la materia y la energía habida en el universo.

Pero más allá de la física, este evento puede entenderse también como el nacimiento de una fuerza más profunda: un principio organizador sin conciencia ni divinidad, una energía primigenia que sostiene el universo sin necesidad de intención. A esa fuerza la llamo el Cosmo-Poder.

No tiene rostro, ni moral, ni dogmas. No premia ni castiga. Simplemente es, y mantiene el equilibrio del universo mediante leyes tan precisas como inevitables. Entre ellas, una destaca por encima de todas: la ley del sacrificio natural, según la cual unas formas de vida se nutren de otras para que la existencia continúe.

2. No hay pecado en alimentarse

En la naturaleza no existe el concepto de pecado. La vida se alimenta de la vida sin culpa ni remordimiento. Los más simples alimentan a los más complejos, y estos, a su vez, devuelven sus cuerpos a la tierra, cerrando así el ciclo eterno.

Las especies menos evolucionadas —insectos, peces, herbívoros— son las primeras en ser sacrificadas. Los animales más complejos comen vegetales o carne, según su diseño biológico. Y los humanos, situados en la cima del proceso evolutivo, somos omnívoros: consumimos plantas, frutas, animales simples y también otros mamíferos.

No obstante, casi ninguna especie inteligente cruza una línea muy concreta: no se alimenta de miembros de su misma especie. Esta barrera es un instinto de autopreservación del grupo. No es una cuestión ética o moral; es pura conservación biológica.

3. Reproducirse: la otra gran orden del universo

Así como hay que alimentarse para vivir, también es imprescindible reproducirse para perpetuar la especie. Y aquí, el Cosmo-Poder actúa con una sabiduría silenciosa. Los seres vivos nacen de huevos, vientres o semillas, pero todos responden a una misma lógica: la expansión de la vida mediante estrategias afinadas por la evolución.

Las frutas, por ejemplo, no solo sirven de alimento. Son vehículos inteligentes. Los árboles desarrollaron frutos coloridos y sabrosos para atraer animales que, al consumirlos, dispersan sus semillas lejos del árbol madre, a través de las heces. Así, el bosque se reproduce sin desplazarse.

Este tipo de “inteligencia vegetal” —sin cerebro, pero con función— es una prueba más de que el universo opera con un orden profundo y funcional. Uno que no necesita religión ni propósito humano para sostenerse. El diseño no requiere diseñador; basta con la selección natural.

4. ¿Existe una moral en la naturaleza?

Los humanos tendemos a juzgar nuestras acciones desde criterios morales. ¿Está bien comer carne? ¿Debemos dejar de matar animales? ¿Es mejor vivir solo de vegetales?

Estas preguntas tienen sentido en el plano ético y cultural. Pero desde el punto de vista natural, no existe el bien ni el mal. Solo existe el equilibrio. El león no es cruel por cazar una gacela. La gacela no es culpable por pastar sobre la hierba. Comer y ser comido forman parte del mismo ritual sagrado: el mantenimiento de la vida a través de la muerte.

Incluso con toda nuestra ciencia y tecnología, seguimos obedeciendo las mismas leyes fundamentales que una hormiga o una flor: nacemos, nos alimentamos, nos reproducimos y morimos. Y luego, nuestros cuerpos alimentan a otras formas de vida.

Sin embargo, el ser humano moderno ha roto muchos de esos ciclos. Hemos multiplicado el consumo más allá de la necesidad, hemos creado industrias que separan el acto de alimentarse de sus consecuencias ecológicas, y hemos alterado radicalmente el equilibrio natural. El Cosmo-Poder no lo castiga… pero tampoco lo permite sin consecuencias: ahí entra en juego la entropía, el colapso, el ajuste inevitable.

5. El mandato silencioso del Cosmo-Poder

No necesitamos un dios con barba ni un juicio final para explicar nuestro lugar en el universo. El Cosmo-Poder no juzga, ni condena, ni salva. Solo impone un orden natural inquebrantable. Y su gran mandato es este: la vida debe alimentarse de la vida para seguir existiendo.

Este principio no convierte el acto de matar o de alimentarse en un crimen, sino en una necesidad inherente al equilibrio cósmico. Entenderlo no significa justificar la crueldad innecesaria, sino todo lo contrario: nos obliga a actuar con respeto, con conciencia, y sin arrogarnos un poder que no nos pertenece. No somos los amos de la Tierra. Somos parte de ella.

Y quizás, si logramos comprender cómo todo está conectado —animales, humanos, plantas, muerte, nacimiento, alimentación—, podamos vivir de forma más armónica, más agradecida y más consciente de nuestra posición en ese entramado que no tiene centro, pero sí orden.

6. ¿Escucharemos la voz del universo?

Al final, todos venimos del mismo Big Bang. Todos compartimos átomos que alguna vez formaron parte de estrellas, rocas, árboles y otros seres. Todos estamos unidos por esa vibración original que aún resuena en el fondo de la existencia.

Ese pulso invisible, impersonal pero perfecto, es el Cosmo-Poder.

Amén, así es y así será.
¿Tendremos la sabiduría de escucharlo?

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