
Enrique Peña Nieto, el presidente mexicano saliente, y Angélica Rivera, que ha ejercido como primera dama los últimos seis años, tomarán distintos caminos cuando abandonen Los Pinos, la residencia oficial, seguidos por sus respectivos camiones de mudanzas el próximo 1 de diciembre. Con el fin del mandato presidencial expira también un contrato matrimonial concebido, según las malas lenguas que siempre dudaron del flechazo, para encumbrarle a la jefatura del Estado. Con la misión cumplida, ya han iniciado formalmente los trámites de divorcio, según aseguran periodistas mexicanos.
La noticia no ha pillado por sorpresa a nadie. En el entorno de la pareja se dice que «no viven juntos desde hace dos años». Ella, conocida como La Gaviota por el personaje de una de sus telenovelas, pasa más tiempo en Miami -a donde previsiblemente enviará sus bártulos- que en la Ciudad de México, a donde regresa solo para aparecer en actos oficiales importantes, como la celebración del Grito de la Independencia del pasado 15 de septiembre. Él pondrá rumbo a su retiro de Ixtapan de la Sal, donde podrá jugar al golf.
Si de seguir el guion se trata, no han salido muy buenos actores. Dos días antes de el citado acto oficial, ella -al mejor estilo Melania Trump- dejó a su marido con la mano extendida. No era la primera vez. Ocurrió lo mismo en 2015, durante la visita de los Reyes de España. En otra ocasión, fue él quien le negó el brazo del que ella fue a engancharse. Eso sí, en las redes sociales han colgado fotos donde se les ve melosos, perfectamente vestidos, peinados y -al menos, ella- maquillados, aireando su amor con emoticonos de besos y corazones.
Sin embargo, en programas de cotilleo afirman que a él lo pillaron bajando del lujoso avión presidencial con una rubia que intentó desvanecerse. Otros dicen que le van más los pantalones, pero que aún no ha salido del armario.
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