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domingo, 14 de diciembre de 2025

¿Puede el universo explicarse con matemáticas o es un sueño imposible de descifrar?

 


¿Puede el universo explicarse con matemáticas o es un sueño imposible de descifrar?

Por Bruno Perera.

Desde hace siglos, las matemáticas han sido consideradas el lenguaje fundamental del universo. Galileo afirmaba que la naturaleza está escrita en símbolos matemáticos, y la física moderna parece confirmarlo: ecuaciones que describen el movimiento de las galaxias, la estructura del espacio-tiempo y el comportamiento de las partículas subatómicas. Para muchos científicos, las matemáticas no solo explican el cosmos, sino que son el cosmos.

Sin embargo, existe otra posibilidad, menos cómoda y más profunda: que las matemáticas no sean la respuesta definitiva, sino apenas una sombra de algo más grande. Tal vez el universo, el TODO, no sea una estructura perfectamente calculable, sino un sueño cuántico, una realidad que se manifiesta sin una lógica matemática completa y que, por su propia naturaleza, jamás podrá resolverse en números.

La física cuántica ya nos ha dado pistas inquietantes. A nivel fundamental, la realidad no es determinista, sino probabilística. Las partículas existen en estados superpuestos, los eventos no ocurren hasta ser observados y el azar parece formar parte esencial del tejido del universo. Esto sugiere que el cosmos no se comporta como una máquina matemática perfecta, sino como una experiencia fluctuante, casi onírica, donde las leyes se diluyen en posibilidades.

Desde esta perspectiva, el TODO no es una ecuación por resolver, sino un sueño que se sueña a sí mismo. Las matemáticas serían herramientas humanas, intentos de traducir lo inefable a símbolos comprensibles, pero incapaces de capturar la totalidad de la experiencia cósmica. Así como no podemos medir un sueño con una regla ni expresar una emoción con una fórmula, quizás el universo en su esencia se encuentra más allá de toda formalización.

Aquí surge la idea del Cosmo-Poder: una fuerza o conciencia universal que sostiene la existencia, pero que no tiene la intención —o la necesidad— de revelarse plenamente a la humanidad. No por crueldad, sino porque el misterio es parte esencial del ser. Revelar el TODO sería disolverlo. El enigma mantiene vivo al universo y al observador.

En este sentido, el conocimiento humano no fracasa; simplemente alcanza su límite natural. Las matemáticas seguirán siendo extraordinarias para describir fragmentos del cosmos, pero el núcleo último de la realidad permanecerá velado. No porque falten ecuaciones, sino porque el universo no es un problema matemático, sino una experiencia existencial.

Tal vez la verdad final no sea algo que se pueda demostrar, sino algo que solo pueda intuirse. Y quizás, en ese silencio donde las matemáticas ya no llegan, el universo continúe soñándose a sí mismo, eternamente, sin resolución y sin necesidad de ser explicado.

 

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