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sábado, 27 de diciembre de 2025

El amor como estrategia biológica: una mirada sin romanticismo

 


El amor como estrategia biológica: una mirada sin romanticismo

Por Bruno Perera.

Desde tiempos antiguos, el amor ha sido presentado como una fuerza casi mística, un sentimiento elevado que da sentido a la vida humana. Sin embargo, si se analiza desde una perspectiva biológica y evolutiva, el amor puede entenderse no como un fenómeno espiritual, sino como una estrategia química de la Naturaleza para garantizar la supervivencia de la especie.

La química del deseo: hormonas como motor de la reproducción

En la juventud, el cuerpo humano está gobernado por un cóctel hormonal potente. La testosterona, junto con otras sustancias como la dopamina, la oxitocina y la serotonina, actúa de forma muy similar a una droga. Estas sustancias alteran la percepción, intensifican el deseo sexual y generan sensaciones de placer, euforia y apego.

Desde este punto de vista, lo que llamamos “enamorarse” no sería más que un estado neuroquímico temporal, diseñado para empujar a dos individuos —macho y hembra— a unirse sexualmente. El placer asociado al acto sexual no es un fin en sí mismo, sino un mecanismo de recompensa que incrementa la probabilidad de reproducción. Este mismo patrón se observa en el mundo animal, donde no existe el amor romántico, pero sí conductas reproductivas guiadas por impulsos hormonales.

El amor no es exclusivo del ser humano

La idea de que el amor es algo exclusivamente humano se debilita cuando observamos que los animales también experimentan conductas de apego, celo, competencia sexual y reproducción, todas mediadas por hormonas similares. La diferencia es que el ser humano ha construido narrativas culturales, poéticas y religiosas alrededor de estos impulsos biológicos, elevándolos a la categoría de sentimiento trascendental.

En esencia, la Naturaleza no necesita que creamos en el amor; solo necesita que nos reproduzcamos.

El declive hormonal y el fin del “amor”

Con el paso del tiempo, el sistema hormonal cambia. En la mujer, la menopausia marca un punto claro: la capacidad reproductiva se detiene. En el hombre, aunque de forma más gradual, también se produce una disminución de la testosterona. Desde una lógica evolutiva, el mensaje de la Naturaleza es sencillo: la función reproductiva ha terminado.

Cuando la química se debilita, también lo hace ese estado intenso que solemos llamar amor. Ya no hay la misma urgencia sexual, ni el mismo impulso irracional. Lo que queda, en muchos casos, es otra cosa muy distinta.

De la pasión al apego: miedo, costumbre y supervivencia

En la madurez y la vejez, las relaciones suelen transformarse. El vínculo ya no se sostiene principalmente en la testosterona o el deseo sexual, sino en factores como:

  • El miedo a la soledad
  • La costumbre compartida
  • La dependencia emocional o económica
  • La necesidad mutua de cuidado
  • El compañerismo

Este nuevo “amor” tiene poco que ver con la pasión juvenil. Es más sobrio, más racional, y a veces más frágil. No nace del impulso, sino de la necesidad de no enfrentar la vida en soledad.

¿Existe el amor o solo diferentes fases de una ilusión?

Desde esta perspectiva, el amor romántico sería una ilusión temporal, una fase química intensa que cumple una función clara y luego se disuelve. Lo que la sociedad insiste en llamar “amor eterno” podría ser, en realidad, una mezcla de apego, conveniencia, afecto y miedo al vacío.

Esto no significa que las relaciones carezcan de valor. Significa que quizá hemos confundido la biología con la magia, y el instinto con la eternidad.

Una redefinición honesta del amor

Tal vez el error no está en negar el amor, sino en idealizarlo. Si se acepta que el amor es un fenómeno biológico, condicionado por hormonas, edad y contexto, se puede vivir con menos frustración y más lucidez. Amar, entonces, no sería una promesa eterna, sino una experiencia humana cambiante, ligada al cuerpo tanto como a la mente.

En última instancia, la Naturaleza no es romántica. Es eficiente. Y el amor, visto desde ese ángulo, no es un misterio divino, sino una herramienta evolutiva extraordinariamente bien diseñada por el Cosmo-Poder.

 

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