Las
asimetrías del lenguaje geométrico
Por Bruno
Perera.
Introducción
La geometría suele presentarse como el territorio
de la perfección: líneas puras, figuras exactas, relaciones lógicas impecables.
Sin embargo, cuando pasamos de las figuras al lenguaje con el que las
describimos, aparece una realidad menos ideal. El vocabulario geométrico está
lleno de pequeñas incoherencias históricas, mezclas de raíces y simetrías rotas
que no afectan a los resultados matemáticos, pero sí a la elegancia conceptual.
Este artículo recorre algunos de esos “defectos”
del lenguaje geométrico, no como errores que deban corregirse, sino como
huellas de su evolución histórica.
1. Lados y
ángulos: dos miradas para la misma figura
En los polígonos ocurre una coincidencia
fundamental: el número de lados es igual al número de ángulos. Esta igualdad
permitió que surgieran dos formas distintas de nombrarlos:
- Desde los lados: usando la raíz latina latus → trilateral,
cuadrilátero.
- Desde los ángulos: usando la raíz griega gōnía → triángulo,
pentágono.
Mientras la figura tenga lados y ángulos bien
definidos, esta dualidad no genera problemas prácticos. Pero conceptualmente ya
introduce una ambigüedad: ¿estamos describiendo la forma por sus bordes o por
sus vértices?
2. El caso
especial del triángulo
El triángulo es el gran privilegiado del
sistema. Su nombre viene del latín triangŭlus (tres ángulos) y quedó
fijado muy temprano en las lenguas romances.
Cuando más tarde la geometría griega se impuso
como modelo académico, los demás polígonos entraron con nombres griegos:
- pentágono (cinco ángulos)
- hexágono (seis ángulos)
- heptágono, etc.
Aquí nace la asimetría:
- Tenemos triángulo, pero no pentágulo.
- Tenemos cuadrilátero, pero también cuadrángulo.
No es un sistema diseñado; es un sistema heredado.
3. Mezclas de
raíces: un sistema híbrido
Desde el punto de vista lingüístico, la geometría
es un mosaico:
- Latín: lado, ángulo, cuadrilátero.
- Griego: gono, polígono, hexágono.
En un sistema perfectamente simétrico, todas las
palabras compartirían origen. Pero el lenguaje real funciona por capas
históricas: cada época añadió términos sin borrar los anteriores.
El resultado es un vocabulario funcional pero
híbrido, correcto en uso, irregular en forma.
4. El problema
del círculo y la esfera
Las incoherencias se hacen más visibles cuando
llegamos a figuras sin lados ni ángulos.
- El círculo no tiene lados ni ángulos.
- La esfera tampoco tiene caras, aristas ni vértices.
Sin embargo, el lenguaje cotidiano a veces
intenta forzar analogías, hablando de “infinitos lados” o “caras curvas”. Estas
expresiones pueden ser útiles como intuición, pero rompen la precisión
geométrica.
Aquí se ve claramente que los nombres basados en
lados o ángulos no son universales, sino adecuados solo para cierto tipo
de figuras.
5. ¿Defectos
reales o defectos estéticos?
Es importante distinguir:
- La geometría como disciplina es
rigurosa y coherente.
- El lenguaje de la geometría es
histórico y humano.
Los llamados “defectos” no afectan a los
teoremas, demostraciones o cálculos. Afectan a algo más sutil: la sensación
de simetría conceptual que muchos esperan encontrar.
Desde un punto de vista matemático, no hay
problema. Desde un punto de vista estético e intelectual, sí hay una pequeña
fricción.
Final
La geometría promete perfección, pero su lenguaje
revela su pasado. Cada irregularidad —triángulo frente a pentágono,
látero frente a gono— es una cicatriz histórica.
Lejos de ser un fallo grave, esto recuerda que
incluso las ciencias más exactas se expresan con palabras, y las
palabras nunca son completamente simétricas.
La geometría es perfecta. El lenguaje, no. Y
quizá ahí esté parte de su encanto con el cual vivimos entre palabras y filosofía.

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