Varios países
africanos no quieren a sus niños y negocian con ellos
Por Bruno Perera.
Desde hace más de treinta años se viene
observando una realidad incómoda y dolorosa: en varios países africanos, los
niños y niñas no son protegidos como deberían por sus propios Estados. Muy al
contrario, en demasiadas ocasiones son tratados como una moneda de cambio, como
un problema del que deshacerse o incluso como una herramienta de presión
política frente a otros países.
Uno de los ejemplos más evidentes de esta
dejación de responsabilidades es la permisividad —cuando no la complicidad— de
muchos gobiernos africanos ante la salida masiva de menores en pateras, zodiacs
y cayucos rumbo a Europa. Se permite que niños, adolescentes, mujeres
embarazadas e incluso bebés de uno o dos años se lancen al mar en embarcaciones
precarias, sin condiciones mínimas de seguridad, a sabiendas de que muchos de
ellos no llegarán vivos a su destino. Viajan sin chalecos salvavidas, con poco
combustible, escasa comida, ropa inadecuada y en naves incapaces de resistir el
viento y el oleaje. El resultado es una tragedia humanitaria constante que
parece haberse normalizado.
Este drama no puede explicarse únicamente por la
pobreza o la falta de oportunidades, o el cuento de que esos países fueron
colonias europeas y que porque fueron explotadas ahora Europa debe aceptar su
gente pobre. Estos países lloran políticamente e hipócritamente porque ponen como excusas
algo del pasado para tapar su corrupción.
También hay decisiones políticas detrás. Un caso
paradigmático fue lo ocurrido en Ceuta en 2021, cuando Marruecos
permitió —y en la práctica alentó— el envío masivo de miles de personas, entre
ellas una gran cantidad de menores, como forma de presión política contra
España tras un desacuerdo diplomático relacionado con la atención médica a un
líder saharaui. Aquellos niños fueron utilizados como auténtica carne de cañón,
expuestos a riesgos extremos con el único fin de enviar un mensaje político a
España.
Utilizar a menores como instrumento de chantaje
internacional no solo es inmoral, sino que constituye una grave violación de
los derechos humanos y de la Convención sobre los Derechos del Niño. Sin
embargo, este tipo de prácticas rara vez tiene consecuencias reales para los
Estados responsables. Pero en ello se aprecia que Marruecos no protege a sus
menores ni a sus mayores.
A todo ello se suma la actuación de las mafias
del tráfico de personas, que se lucran con la desesperación de familias y
menores. Pero estas redes no podrían operar con tanta facilidad sin la
pasividad —o el beneficio directo— de las autoridades de origen y tránsito.
Cuando un Estado permite que sus ciudadanos más vulnerables se jueguen la vida
en el mar, está admitiendo, de facto, que ha renunciado a protegerlos.
Europa, y en particular España, tampoco queda al
margen de la crítica. La Unión Europea, con su política inmigratoria ambigua y
contradictoria, contribuye a que este sistema perverso siga funcionando. Al no
deportar de manera efectiva a quienes llegan de forma ilegal, y al asumir
automáticamente su acogida y tutela, se envía un mensaje claro: el viaje,
aunque peligroso, “merece la pena”. Este efecto llamada alimenta el negocio de
las mafias y anima a más familias a poner a sus hijos en manos del mar.
La ayuda humanitaria es necesaria y moralmente
obligatoria, pero no puede sustituir a una política firme, coherente y
responsable. Salvar vidas en el mar es imprescindible, pero también lo es
atacar las causas del problema, exigir responsabilidades a los países de origen
y dejar claro que los menores no pueden ser utilizados ni abandonados por
conveniencia política o económica.
Nota: El
político que España ayudó medicamente en el 2021 fue el saharaui Brahim Ghali, líder
del Frente Polisario
y presidente de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (SADR), quien fue
trasladado desde Argelia a España en 2021 para recibir tratamiento médico por COVID-19 y
otras complicaciones de salud. (Wikipedia)
Su
hospitalización en un hospital español bajo un nombre distinto, promovido por Podemos y PSOE provocó una crisis diplomática entre Marruecos y España,
que Marruecos consideró la decisión “contraria al espíritu de la cooperación” entre ambos
países, y chantajeó ese gesto humanitario con un envío masivo de
inmigrantes a Ceuta en mayo de ese año 2021. (Politico)

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