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jueves, 18 de diciembre de 2025

La política funciona porque los políticos se parecen demasiado

 


La política funciona porque los políticos se parecen demasiado

Por Bruno Perera.

Existe una idea incómoda que casi nadie se atreve a decir en voz alta: la política mundial no se sostiene por la honestidad de sus dirigentes, sino por su homogeneidad moral. El sistema funciona —mal, pero funciona— porque la mayoría de los políticos comparten los mismos vicios, las mismas trampas y la misma forma de mentir.

Puede parecer una provocación, pero basta observar la historia y la política actual para entenderlo. Los sistemas se mantienen estables cuando quienes los gestionan juegan con reglas similares, aunque esas reglas sean profundamente inmorales.

Cuando todos mienten, el sistema es estable

En la diplomacia del siglo XX, durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética se espiaban, manipulaban, mentían a su población y violaban principios que decían defender. Sin embargo, el mundo no estalló en una guerra nuclear. ¿Por qué?
Porque ambos bandos sabían que el otro mentía. Existía una hipocresía compartida y, por tanto, previsible.

Lo mismo ocurre hoy en la política internacional: declaraciones grandilocuentes sobre derechos humanos, mientras se comercia con dictaduras; discursos ecológicos mientras se firman acuerdos contaminantes; promesas sociales que nunca se cumplen. Todos saben que es teatro, pero todos aceptan el guion.

El verdadero peligro: mezclar honestos y mentirosos

Un sistema donde la mitad de los políticos fueran honestos y la otra mitad mentirosos sería el peor de los escenarios. El honesto quedaría inmediatamente en desventaja.
No promete lo imposible, no manipula emociones, no oculta datos. El mentiroso sí. Y gana.

La historia está llena de ejemplos de líderes que intentaron actuar con transparencia y fueron barridos por estructuras más cínicas:

1.      Reformistas expulsados de partidos tradicionales.

  1. Políticos que dijeron la verdad sobre crisis económicas y perdieron elecciones frente a vendedores de humo.
  2. Gobiernos que intentaron regenerar sistemas corruptos y acabaron absorbidos o destruidos por ellos.

El sistema no premia la honestidad aislada. La castiga.

El ideal imposible: que todos fueran honestos

Un sistema político compuesto por dirigentes honestos sería, sin duda, el mejor posible:
más eficiente, más justo y más humano. Pero exige algo que casi nunca se menciona: una ciudadanía honesta, madura y responsable.

Mientras los votantes premien al que promete más, aunque mienta, el resultado será siempre el mismo. La política no selecciona a los mejores, sino a los que mejor se adaptan a lo que la sociedad tolera.

España no es una excepción

En España, como en tantos otros países, la alternancia de partidos no ha supuesto una alternancia moral. Cambian los colores, los eslóganes y los rostros, pero se mantiene la misma lógica: prometer, mentir, justificar y repetir.

El problema no es un partido u otro. El problema es un sistema que funciona porque todos saben que nadie dice toda la verdad. Y cuando aparece alguien que intenta salirse del guion, el propio sistema se encarga de neutralizarlo.

Final

La política actual no es un fracaso del sistema, sino su resultado lógico.
Funciona porque es coherente con la naturaleza humana y con una sociedad que ha normalizado la mentira como herramienta de poder.

Lo verdaderamente revolucionario no sería cambiar de políticos, sino cambiar lo que estamos dispuestos a aceptar como ciudadanos. Mientras eso no ocurra, seguiremos eligiendo a quienes mejor mienten, no a quienes mejor gobiernan.

Apéndice: datos y referencias para contextualizar

1.    Maquiavelo, El Príncipe: análisis clásico del poder basado en la eficacia, no en la moral.

2.    Hannah Arendt, Verdad y política: sobre la mentira como elemento estructural del poder moderno.

3.    Guerra Fría: doctrina de la disuasión nuclear basada en la desconfianza mutua y la hipocresía diplomática.

4.    Estudios de ciencia política (Downs, Schumpeter): el votante racional premia promesas simples, no verdades complejas.

5.    Índices de confianza institucional (Eurobarómetro): descenso continuado de la confianza ciudadana en partidos y parlamentos en democracias consolidadas.

 

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