La política
funciona porque los políticos se parecen demasiado
Por Bruno Perera.
Existe una idea incómoda que casi nadie se atreve
a decir en voz alta: la política mundial no se sostiene por la honestidad de
sus dirigentes, sino por su homogeneidad moral. El sistema funciona
—mal, pero funciona— porque la mayoría de los políticos comparten los mismos
vicios, las mismas trampas y la misma forma de mentir.
Puede parecer una provocación, pero basta
observar la historia y la política actual para entenderlo. Los sistemas se
mantienen estables cuando quienes los gestionan juegan con reglas similares,
aunque esas reglas sean profundamente inmorales.
Cuando todos
mienten, el sistema es estable
Lo mismo ocurre hoy en la política internacional:
declaraciones grandilocuentes sobre derechos humanos, mientras se comercia con
dictaduras; discursos ecológicos mientras se firman acuerdos contaminantes;
promesas sociales que nunca se cumplen. Todos saben que es teatro, pero todos
aceptan el guion.
El verdadero
peligro: mezclar honestos y mentirosos
La historia está llena de ejemplos de líderes que
intentaron actuar con transparencia y fueron barridos por estructuras más
cínicas:
1.
Reformistas expulsados de partidos tradicionales.
- Políticos que dijeron la verdad sobre crisis económicas y perdieron
elecciones frente a vendedores de humo.
- Gobiernos que intentaron regenerar sistemas corruptos y acabaron
absorbidos o destruidos por ellos.
El sistema no premia la honestidad aislada. La
castiga.
El ideal
imposible: que todos fueran honestos
Mientras los votantes premien al que promete más,
aunque mienta, el resultado será siempre el mismo. La política no selecciona a
los mejores, sino a los que mejor se adaptan a lo que la sociedad tolera.
España no es
una excepción
En España, como en tantos otros países, la
alternancia de partidos no ha supuesto una alternancia moral. Cambian los
colores, los eslóganes y los rostros, pero se mantiene la misma lógica:
prometer, mentir, justificar y repetir.
El problema no es un partido u otro. El problema
es un sistema que funciona porque todos saben que nadie dice toda la verdad.
Y cuando aparece alguien que intenta salirse del guion, el propio sistema se
encarga de neutralizarlo.
Final
Lo verdaderamente revolucionario no sería cambiar
de políticos, sino cambiar lo que estamos dispuestos a aceptar como ciudadanos.
Mientras eso no ocurra, seguiremos eligiendo a quienes mejor mienten, no a
quienes mejor gobiernan.
Apéndice:
datos y referencias para contextualizar
1. Maquiavelo, El Príncipe: análisis clásico del poder
basado en la eficacia, no en la moral.
2. Hannah Arendt, Verdad y política: sobre la mentira como
elemento estructural del poder moderno.
3. Guerra Fría: doctrina de la disuasión nuclear basada en la
desconfianza mutua y la hipocresía diplomática.
4. Estudios de ciencia política (Downs,
Schumpeter): el votante racional premia promesas simples, no verdades
complejas.
5. Índices de confianza institucional
(Eurobarómetro): descenso continuado de la confianza ciudadana en partidos y
parlamentos en democracias consolidadas.

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