Cuando el
cielo truena… ¿y cuando lo hacen los políticos?
Por Bruno Perera.
Desde tiempos antiguos, el pueblo ha sabido leer
las señales del cielo. “Cuando la atmósfera hace ruido, es que agua trae”,
decían los abuelos, mirando al horizonte. Era una forma sencilla de entender la
naturaleza: el trueno anuncia la lluvia, la tormenta limpia el aire, y después,
la tierra respira y florece.
Pero ¿Qué ocurre cuando el ruido no viene del
cielo, sino de los despachos, los parlamentos o las ruedas de prensa? ¿Qué
anuncian entonces los truenos políticos?
Porque si algo abunda más que las nubes en
campaña electoral, son las palabras vacías. Promesas que suenan fuerte,
discursos cargados de relámpagos verbales, y un estruendo mediático que rara
vez deja caer una sola gota de resultados.
El refranero popular podría actualizarse con
facilidad:
- “Cuando el cielo truena, agua trae. Cuando los políticos truenan, ya
sabemos lo que se llevan.”
- “Cuando el cielo truena, limpia. Cuando los políticos truenan,
ensucian.”
Porque no hay nada más sospechoso que un político
hablando demasiado. Cuanto más alzan la voz, más deberíamos preguntarnos qué
quieren tapar con tanto ruido. ¿Qué verdades se ocultan tras las cortinas de
palabras? ¿Qué decisiones se disfrazan de promesas?
Y mientras el ruido de la atmósfera anuncia vida,
el ruido político suele anunciar gastos, confusión o más teatro. Porque en
política, el ruido no siempre precede a la acción. A menudo, es solo una
cortina para distraer, para dividir, para entretener o para enfrentar.
Así que la próxima vez que escuches a un político
hacer mucho ruido, recuerda el viejo refrán. Puede que esta vez, en vez de
agua, lo que venga sea tormenta… pero de las malas.

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