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sábado, 8 de noviembre de 2025

Cuando el cielo truena… ¿y cuando lo hacen los políticos?

 


Cuando el cielo truena… ¿y cuando lo hacen los políticos?

Por Bruno Perera.

Desde tiempos antiguos, el pueblo ha sabido leer las señales del cielo. “Cuando la atmósfera hace ruido, es que agua trae”, decían los abuelos, mirando al horizonte. Era una forma sencilla de entender la naturaleza: el trueno anuncia la lluvia, la tormenta limpia el aire, y después, la tierra respira y florece.

Pero ¿Qué ocurre cuando el ruido no viene del cielo, sino de los despachos, los parlamentos o las ruedas de prensa? ¿Qué anuncian entonces los truenos políticos?

Porque si algo abunda más que las nubes en campaña electoral, son las palabras vacías. Promesas que suenan fuerte, discursos cargados de relámpagos verbales, y un estruendo mediático que rara vez deja caer una sola gota de resultados.

Cuando la atmósfera truena, el campesino se alegra: sabe que su tierra beberá.
Cuando los políticos truenan, el ciudadano se encoge: sabe que, tras tanto ruido, lo que viene no es agua, sino otra tormenta… de impuestos, de decretos, de enfrentamientos, o simplemente de humo.

El refranero popular podría actualizarse con facilidad:

  • “Cuando el cielo truena, agua trae. Cuando los políticos truenan, ya sabemos lo que se llevan.”
  • “Cuando el cielo truena, limpia. Cuando los políticos truenan, ensucian.”

Porque no hay nada más sospechoso que un político hablando demasiado. Cuanto más alzan la voz, más deberíamos preguntarnos qué quieren tapar con tanto ruido. ¿Qué verdades se ocultan tras las cortinas de palabras? ¿Qué decisiones se disfrazan de promesas?

El trueno del cielo es natural, espontáneo, necesario.
El trueno del poder, en cambio, suele ser fabricado: amplificado por medios afines, repetido hasta el cansancio, adornado con sonrisas de foto y promesas de cartón mojado.

Y mientras el ruido de la atmósfera anuncia vida, el ruido político suele anunciar gastos, confusión o más teatro. Porque en política, el ruido no siempre precede a la acción. A menudo, es solo una cortina para distraer, para dividir, para entretener o para enfrentar.

Así que la próxima vez que escuches a un político hacer mucho ruido, recuerda el viejo refrán. Puede que esta vez, en vez de agua, lo que venga sea tormenta… pero de las malas.

 

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