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viernes, 7 de noviembre de 2025

Retener el agua de los barrancos: una idea simple que Lanzarote necesita

 


Retener el agua de los barrancos: una idea simple que Lanzarote necesita

Por Bruno Perera.

Cada vez que llueve en Lanzarote, los barrancos se llenan de vida durante unas horas: el agua corre con fuerza hacia el mar, arrastrando tierra fértil, ramas, piedras… y una oportunidad perdida. En una isla donde el agua vale más que el oro, seguimos permitiendo que millones de litros se escapen sin control, mientras los agricultores miran al cielo esperando la próxima tormenta y el Cabildo se lamenta por la “escasez hídrica”.

La solución no es un invento moderno, sino puro sentido común: instalar compuertas o pequeñas presas regulables en los grandes barrancos para retener parte del agua de lluvia. Esa agua almacenada podría aprovecharse después para regar fincas cercanas, reforestar zonas áridas o simplemente mantener un nivel mínimo de humedad que beneficiaría al ecosistema. No se trata de grandes obras ni de alterar el paisaje, sino de aplicar una inteligencia básica a un recurso que hoy se desperdicia.

Antiguamente, los lanzaroteños ya sabían hacerlo. Las gavias y los nateros eran sistemas de captación natural de agua que convirtieron terrenos secos en zonas fértiles. Pero con el paso del tiempo, la modernidad trajo olvido, burocracia y miedo a innovar. Ahora parece que cualquier intento de intervenir en el medio natural, aunque sea para mejorarlo, es motivo de escándalo.

Y ahí es donde entran los de siempre: los “ecolojetas”, esos activistas de despacho que se rasgan las vestiduras cada vez que alguien propone una obra útil. Gritan que “no se debe jugar con la naturaleza”, pero callan cuando el agua se pierde en el océano y los agricultores abandonan sus tierras. Defender la naturaleza no debería significar condenar a una isla al abandono y la dependencia del agua desalada, carísima y de poca calidad para el cultivo.

Con una política valiente y una mínima inversión, el Cabildo podría construir microembalses controlados, con compuertas automáticas que regulen el caudal y eviten inundaciones. Cada metro cúbico retenido sería un beneficio directo para la agricultura local, la fauna y la regeneración del suelo. Y si el riego se hace por goteo, ese agua podría sostener cultivos durante meses, especialmente en las zonas más castigadas por la sequía.

Lanzarote necesita menos discursos vacíos y más soluciones prácticas. No se trata de “jugar con la naturaleza”, sino de aprender a convivir con ella inteligentemente, como hicieron nuestros antepasados. Porque si seguimos dejando que el agua se vaya al mar, la isla terminará tan seca como las ideas de quienes gobiernan sin escuchar la lógica del territorio.

 

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