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jueves, 20 de noviembre de 2025

Borrar nombres de calles y eliminar monumentos dedicados a Franco no borra dictaduras: solo oscurece la memoria

 


Borrar nombres de calles y eliminar monumentos dedicados a Franco  no borra dictaduras: solo oscurece la memoria

Por Bruno Perera.

En España se han empeñado en repetir el mismo error histórico una y otra vez: creer que derribando piedras, placas y estatuas se puede reescribir el pasado. Y desde hace años le ha tocado el turno a los monumentos vinculados al franquismo. Una fiebre iconoclasta que, como casi todo lo que nace desde la política, se hace sin pensar, sin medir y sin el más mínimo rigor.

La pregunta es sencilla: ¿es inteligente destruir los monumentos relacionados con Franco?
La respuesta también: no, es una estupidez monumental.

Porque si empezamos por ahí, siguiendo la misma lógica habría que borrar también los símbolos, homenajes y placas de los republicanos radicales, de los comunistas, de los anarquistas y de todos los que participaron en uno de los episodios más violentos de nuestra historia. Si quemamos un lado, habría que quemar el otro. Pero claro, eso ya no conviene a quien controla el relato.

La obsesión por borrar símbolos franquistas no nace de un afán histórico, sino de una guerra cultural barata, disfrazada de memoria. No se retiran estatuas para proteger a las víctimas, sino para manipular el presente. Porque la memoria real no necesita martillos: necesita verdad.

Y la verdad es que los dos bandos cometieron atrocidades. Hubo fusilamientos, persecuciones, checas, represalias, torturas y abusos en ambos lados. Sin embargo, la política española –que vive permanentemente del enfrentamiento– ahora pretende que solo uno de los bandos encarna el mal absoluto y que el otro fue un grupo de héroes angelicales. Basta abrir cualquier archivo serio para ver que eso es falso.

Pero destruir monumentos no arregla nada. No resucita a nadie. No repara nada. Solo sirve para crear una historia mutilada, una memoria parcial y una sociedad enfrentada con fantasmas de hace casi cien años.

Si mañana alguien decide que los símbolos republicanos radicales “ofenden”, ¿qué hacemos? ¿Los quitamos también? ¿Los escondemos en un sótano? ¿O esperamos a que llegue otro gobierno para derribar otros cuantos?
Eso no es memoria democrática: es pelea tribal de patio de colegio.

La historia no se borra: se explica. Esa es la diferencia entre un país maduro y un país acomplejado.
Alemania no tiene estatuas de Hitler, pero sí tiene campos de concentración convertidos en museos para aprender, recordar y no repetir. ¿Por qué? Porque entendieron que la memoria se construye con educación, no con excavadoras.

¿Solución razonable para España?
Muy simple:
— Retirar o trasladar monumentos que exalten cualquier dictadura o violencia, ya sea franquista o de cualquier otro grupo.
Conservar los que tengan valor histórico o artístico, como por ejemplo el Valle de los Caídos.
— Y sobre todo, contextualizar, explicar, documentar.
No destruir por destruir.

El problema es que la política actual no quiere memoria, quiere relato. Y cuando los gobiernos empiezan a borrar símbolos para imponer su versión de los hechos, la frontera con censura y totalitarismo empieza a difuminarse.
La historia no se toca. Se estudia.

Porque si seguimos así, al final habrá que quemar libros, derribar iglesias, tapar placas republicanas, purgar archivos y reescribirlo todo desde cero. Y eso, curiosamente, es exactamente lo que hacen las dictaduras que dicen querer combatir.

Datos y contexto histórico

1. Legislación relevante

  • Ley 52/2007 (Memoria Histórica): obliga a retirar símbolos que exalten la dictadura franquista, pero no ordena destruir patrimonio histórico o artístico.
  • Ley 20/2022 (Memoria Democrática): amplía la retirada de elementos que glorifiquen dictaduras, pero permite conservar piezas de valor histórico en museos.

2. Símbolos retirados en España

  • Entre 2007 y 2024 se retiraron más de 1.700 símbolos franquistas, según inventarios municipales y del Ministerio de Cultura.
  • La mayoría eran placas, escudos o nombres de calles. Solo un porcentaje mínimo tenía valor artístico relevante.

3. Violencia en ambos bandos (1936–1939)

  • Represión franquista: estimada entre 100.000 y 150.000 víctimas durante y después de la guerra (según trabajos de Julián Casanova, Paul Preston y el CSIC).
  • Represión republicana: entre 38.000 y 50.000 asesinados, incluidos religiosos, civiles y políticos (según Salas Larrazábal, Payne, Moa y otros historiadores).
  • Las cifras varían según autores, pero todos coinciden en algo esencial: los dos bandos cometieron crímenes masivos.

4. Modelos internacionales de memoria histórica

  • Alemania: no existe simbología nazi en espacios públicos, pero se conservan campos de concentración y museos con información completa y contextualizada.
  • Italia: el fascismo dejó numeroso patrimonio arquitectónico que no ha sido demolido, sino contextualizado.

 

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