La casita de mis sueños en Lanzarote
Por Bruno
Perera.
En una tierra
donde los volcanes dormían con los ojos entreabiertos y el viento susurraba
secretos antiguos, existía un tronco gigantesco de un drago milenario que nadie se atrevía a cortar…
hasta que un día, no fue cortado, sino elegido.
Sobre ese
tronco, multicolor como los sueños de los niños, apareció una casita blanca. No
fue construida por manos humanas, sino por el deseo profundo de alguien que
amaba Lanzarote con todo su corazón. La casita tenía techo de dos aguas,
puertas azules como el mar, y plantas que crecían sin ser regadas, alimentadas
solo por la alegría de quien la habitaba.
Dicen que
quien encuentra esta casita, encuentra también un pedazo de su alma que había
olvidado. Porque allí, entre piedras volcánicas y cielos de fuego, los
recuerdos no se pierden: se transforman.
Y cada noche,
cuando el cielo se tiñe de azul profundo y los volcanes susurran en voz baja,
la casita brilla con una luz suave, como si dijera: este es el legado guanche
que la naturaleza nos dejó:
“Aquí vive el
corazón de quien nunca dejó de soñar.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario