¿Vale la pena vivir más de 100 años? Una reflexión sobre la longevidad
y la soledad.
Por Bruno Perera.
La vida es un regalo precioso, pero la duración de este
regalo es un tema que ha fascinado y preocupado a la humanidad a lo largo de
los siglos. En un mundo donde la ciencia avanza a pasos agigantados, la
posibilidad de vivir con genes longevos más de 100 años se presenta como una realidad cada vez más
cercana. Sin embargo, surge una pregunta inquietante: ¿realmente vale la pena
vivir tanto tiempo?
Imaginemos que alcanzamos la venerable edad de 110 años. En
ese momento, la mayoría de nuestros amigos y amigas de infancia, aquellos con
quienes compartimos risas y sueños, habrán partido. La soledad se convierte en
una compañera inevitable. La vida, que una vez estuvo llena de conexiones y
recuerdos compartidos, se transforma en un eco de lo que fue. La pérdida de
seres queridos, de la comunidad que nos rodeaba, puede hacer que la existencia
se sienta vacía y desprovista de sentido.
Por otro lado, la idea de la criogenización, que promete la
posibilidad de regresar a la vida en un futuro lejano, plantea sus propios
dilemas. Si uno es afortunado y adinerado, podría optar por congelar su cuerpo
con la esperanza de ser revivido en un mundo donde la ciencia haya avanzado lo
suficiente como para ofrecer una segunda oportunidad. Sin embargo, este proceso
no es tan simple como parece. La firma de un seguro de vida se convierte en un
requisito esencial, pero incluso con los recursos económicos necesarios, el
regreso a la vida no garantiza una experiencia plena.
Aunque el cuerpo y el cerebro puedan ser reanimados, los
genes que nos definen seguirán siendo los mismos. La carga del envejecimiento,
con sus achaques y limitaciones, no desaparece mágicamente. La realidad de un
cuerpo envejecido, con sus debilidades y enfermedades, puede ser un obstáculo
insuperable para disfrutar de la vida que se nos ofrece. La promesa de
rejuvenecimiento se convierte en un espejismo, y la esperanza de una vida plena
se desvanece ante la dura realidad de la biología.
Así, la reflexión se torna clara: vivir más de 100 años puede
no ser tan deseable como parece. La calidad de vida, las relaciones
significativas y la conexión con los demás son elementos fundamentales que
enriquecen nuestra existencia. Quizás, en lugar de anhelar una longevidad
extrema, deberíamos enfocarnos en vivir plenamente cada día, valorando las
experiencias y los lazos que forjamos a lo largo de nuestra vida.
En última instancia, la vida es un viaje, y cada etapa tiene
su belleza y su propósito. Vivir entre 100 y 105 años puede ser suficiente,
siempre y cuando lo hagamos con plenitud y rodeados de aquellos que amamos. La
verdadera riqueza de la vida no radica en la cantidad de años que acumulamos,
sino en la calidad de los momentos que vivimos.
Asimismo, debes meditar en que si te criogenizan y luego de unos 100 años vuelves a la vida, no tendrás derecho a pensión; por tanto, tienes que tener un buen seguro de vida post mortem para que al revivir puedas disfrutar de los años que puedas vivir en un mundo que será nuevo y desconocido para ti.

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