En esta vida debemos masticar y tragar de todo para poder
seguir viviendo
Por Bruno Perera
La vida es como un buffet libre: hay de todo, desde platos
exóticos hasta esos misteriosos guisos que parecen haber sido preparados por un
chef que se olvidó de la receta y decidió improvisar con lo que encontró en la
nevera. Y así, en este gran banquete de la existencia, nos encontramos con una
verdad innegable: si no comes, te mueres. Y si comes y no masticas, te
atragantas y también te mueres. ¡Vaya dilema!
Imagina que estás en una cena elegante, rodeado de gente que
parece haber salido de una revista de moda. Todos están disfrutando de su
comida, mientras tú, con una mirada de terror, observas un plato que parece
tener más colores que un arcoíris. Te preguntas: "¿Esto es comida o una
obra de arte moderna?" Pero, al final, decides tragar, y, con un poco de
suerte, no terminarás en la sala de emergencias.
Ahora, hablemos de la vida misma. Es un buffet de
experiencias, y a veces te sirven cosas que no pediste. Puede que te encuentres
con un jefe que parece haber sido criado por lobos, o con un amigo que tiene la
habilidad de hacer que cada conversación se sienta como una clase magistral de
incomodidad. Pero, ¿qué hacemos? ¡Tragamos! Porque si no lo engullimos, nuestra
mente se convierte en un disco rayado que no acepta el mundo que la rodea. Y
créeme, nadie quiere ser ese disco rayado que se queda atrapado en la misma
canción de "Despacito".
La vida es un constante ejercicio de masticar lo que nos
echan. Desde las pequeñas frustraciones diarias, como que el café esté frío,
hasta los grandes desastres, como que tu pareja decida que es un buen momento
para hablar de "nuestro futuro" justo cuando estás a punto de
terminar la última temporada de tu serie favorita. En esos momentos, lo mejor
que puedes hacer es tragar, masticar y seguir adelante. O, en su defecto, buscar
un trozo de chocolate para ahogar las penas.
Y no olvidemos que, a veces, lo que nos toca tragar es un
poco más amargo. La vida tiene la extraña costumbre de servirnos lecciones en
bandejas de plata, y a menudo son más difíciles de digerir que un filete mal
cocido. Pero aquí está el truco: si aprendes a masticar bien, esas lecciones
pueden convertirse en sabrosos recuerdos que te acompañarán en el camino. ¡Y
quién sabe! Tal vez un día te encuentres contando anécdotas sobre cómo
sobreviviste a esa reunión familiar en la que todos decidieron hablar de
política.
Así que, amigos, en esta vida debemos masticar y tragar de
todo para poder seguir viviendo. Desde las comidas extrañas hasta las
situaciones incómodas, todo forma parte del gran menú que nos ofrece la existencia.
Y si alguna vez te sientes abrumado, recuerda: siempre puedes pedir un poco de
postre. Después de todo, la vida es demasiado corta para no disfrutar de un
buen trozo de pastel, incluso si a veces hay que tragarse primero un par de
espinacas. ¡Buen provecho en esta vida!
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