En la sabiduría de la Naturaleza, un SOS de los animales y
los árboles
Por Bruno Perera.
En un mundo donde el ruido del progreso y la tecnología a
menudo ahogan las voces más suaves de la Naturaleza, es fundamental detenernos
a reflexionar sobre lo que nos dirían los animales y los árboles si tuvieran la
capacidad de pensar y hablar. Sus mensajes, llenos de sabiduría, podrían
ofrecernos una perspectiva valiosa sobre nuestra existencia y nuestra relación
con el entorno.
Si los animales pudieran comunicarse, es probable que nos
recordaran que su derecho a existir es tan legítimo como el nuestro. A
diferencia de los humanos, que a menudo se ven atrapados en conflictos y
guerras, los animales viven en armonía con su entorno. No crean artefactos de
destrucción; su instinto los lleva a buscar la supervivencia, no a la
aniquilación. Nos dirían que cada ser vivo tiene un papel fundamental en el
delicado equilibrio del ecosistema.
Los animales son testigos de la belleza de la vida en su
forma más pura. Nos enseñarían que la verdadera civilización no se mide por el
desarrollo tecnológico, sino por la capacidad de vivir en paz y respeto con
otras criaturas. Al mirarlos, podríamos recordar la autenticidad de la
existencia, donde cada ladrido, trino y aullido es una celebración de la vida
misma.
Por otro lado, si los árboles pudieran hablar, tendríamos
ante nosotros a los sabios más antiguos del planeta. Nos contarían cómo han
sido testigos de la historia de la humanidad, observando nuestras hazañas y
errores desde su posición silenciosa pero firme en la tierra. Nos revelarían
que, a lo largo de los siglos, han proporcionado el oxígeno que respiramos, la
sombra que buscamos, la madera que usamos para darnos calor de hogar y cocinar,
y el papel con el que escribimos, siempre con la esperanza de que el ser humano
reconozca su valor.
Los árboles, en su inmensa generosidad, nos han dado el papel
que ha permitido que nuestras historias y conocimientos se plasmen en letras.
Sin embargo, su mensaje también sería de tristeza, al ver cómo muchos de ellos
son talados sin piedad, a menudo en nombre del progreso. Nos instarían a
reflexionar sobre el costo de nuestras acciones y a considerar la importancia
de preservar su existencia para las futuras generaciones.
La voz de los animales que no podemos entender y la voz
silenciosa de los árboles que no podemos escuchar, es un recordatorio de que
nuestra existencia está intrínsecamente ligada a la de ellos. Cada ser vivo,
desde el más pequeño insecto hasta el más majestuoso de los árboles, tiene un
papel que desempeñar en este inmenso entramado de la vida. Si escucháramos sus mensajes,
aunque sea de forma mental, podríamos encontrar la inspiración necesaria para
abrazar un estilo de vida más sostenible y respetuoso.
Las religiones abrahámicas nos enseñan que la Creación o su
Dios, creó a los animales para que nosotros señoreemos en ellos, pero la Madre Naturaleza,
en su sabiduría, nos enseña que no somos los dueños del planeta, sino parte de
un todo. Al valorar y proteger a los animales y los árboles, no solo aseguramos
su supervivencia, sino que también garantizamos la nuestra. En esta
interconexión reside la verdadera esencia de la existencia: un equilibrio en el
que todos los seres vivos pueden florecer.
Así que, la próxima vez que caminemos por un bosque o
escuchemos el canto de un pájaro, recordemos que, aunque no puedan hablar,
animales y árboles tienen mucho que enseñarnos. Su existencia es un testimonio
de la belleza de la vida, y es nuestra responsabilidad protegerla para que el
mundo y sus habitantes sigan existiendo hasta que el Cosmo-Poder decida hacer
un cambio total que haga que nuestro planeta y el universo pase a ser otro
sueño diferente al actual.
Amén-Así sea.
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