En las últimas jornadas, la rentabilidad del bono americano se ha convertido en el nuevo espectro que espanta a los inversores. Recitando ya casi de memoria la fábula de Ricitos de Oro, donde la baja volatilidad y la inflación contenida han mantenido el yield en niveles inusualmente bajos, la escalada que desde la semana pasada ha materializado niveles no vistos desde 2011 ha obligado al mercado a elegir entre aquello del susto o trato.
Susto, o truco propiamente dicho, si tenemos en cuenta que, en el último mes, la rentabilidad del Treasury a 10 años ha engordado más de 30 puntos básicos, un ritmo de crecimiento que se distancia de la media, asentada en los 20 puntos básicos -el martes se situaba en el entorno del 3,21% a media sesión-. De hecho, sólo el 3 y el 4 de octubre, el incremento fue de 14 puntos, de ahí, el aturdimiento que vimos en las bolsas estadounidenses.
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