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miércoles, 31 de diciembre de 2025

Las plantas y los árboles también tienen instintos naturales

 


Las plantas y los árboles también tienen instintos naturales

Durante siglos hemos colocado a las plantas y a los árboles en el escalón más bajo de la vida consciente. No piensan, no sienten, no deciden —nos decimos—. Sin embargo, basta observar la naturaleza sin prejuicios para comprender que esa idea es, como mínimo, incompleta.

Las plantas no caminan, pero saben moverse. No hablan, pero se comunican. No razonan como nosotros, pero actúan con una lógica impecable orientada a la supervivencia. Y ahí surge la pregunta incómoda: ¿cómo es posible que organismos sin cerebro desplieguen estrategias tan eficaces, tan precisas y tan universales?

Tomemos un ejemplo sencillo pero revelador: las semillas.
Muchas plantas y árboles producen semillas con cáscaras duras, diseñadas para resistir los ácidos gástricos de animales  terrestres y aves. Cuando estos las ingieren junto con frutos dulces y nutritivos, las semillas atraviesan el sistema digestivo intactas y son expulsadas lejos del árbol original, en un entorno fertilizado naturalmente. El resultado es perfecto: dispersión, reproducción y expansión de la especie.

Otras especies han optado por semillas aladas, helicoidales o envueltas en estructuras que aprovechan el viento para viajar decenas o cientos de metros. Algunas incluso “disparan” sus semillas mediante mecanismos de tensión interna. Nada de esto es casual desde el punto de vista funcional: cada forma responde a una finalidad clara.

La biología explica estos fenómenos mediante la selección natural: mutaciones útiles que se conservan, mutaciones inútiles que desaparecen. Es una explicación válida, pero parcial. Describe el proceso, no el asombro. Porque la verdadera cuestión no es solo cómo ocurre, sino por qué la naturaleza produce sistemas tan coherentes, tan eficientes y tan persistentemente orientados a la vida.

Hoy sabemos que las plantas:

  • Se comunican químicamente entre ellas.
  • Reconocen amenazas y activan defensas.
  • Cooperan con hongos y bacterias en redes subterráneas.
  • “Recuerdan” estímulos y modifican su comportamiento en función de experiencias previas.

No poseen mente consciente, pero sí algo que podríamos llamar instinto natural inteligente: un conjunto de respuestas, adaptaciones y estrategias profundamente grabadas en su biología, orientadas a conservar la vida y asegurar su continuidad.

Hablar de “inteligencia” no implica atribuir pensamiento humano a una encina o a un pino. Implica reconocer que la vida no es pasiva, que responde, se ajusta y se organiza. La naturaleza no improvisa: optimiza.

Tal vez el error ha sido creer que la inteligencia solo existe cuando hay palabras, cálculos o emociones humanas. Quizá exista una inteligencia más amplia, silenciosa y omnipresente, una lógica natural que atraviesa plantas, animales y seres humanos por igual. Algunos la llamaron Dios, otros Logos, otros simplemente Naturaleza. El nombre es lo de menos.

Lo esencial es aceptar que la vida sabe lo que hace, incluso cuando no puede explicarlo.
Las plantas y los árboles, aunque no hablen, también tienen instintos naturales. Y esos instintos han sostenido el planeta mucho antes de que nosotros llegáramos… y probablemente lo seguirán haciendo después.

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Datos y fuentes contrastadas

  • Dispersión de semillas (zoochoría y anemocoría)
    Fenómenos ampliamente documentados en botánica evolutiva.
    Fuente: Taiz, L., Zeiger, E., Møller, I. M., Murphy, A. (2015). Plant Physiology and Development.
  • Comunicación química entre plantas
    Las plantas emiten compuestos orgánicos volátiles para alertar de herbívoros.
    Fuente: Karban, R. (2008). Plant behaviour and communication. Ecology Letters.
  • Redes micorrícicas (“Wood Wide Web”)
    Intercambio de nutrientes e información entre plantas a través de hongos.
    Fuente: Simard, S. et al. (1997). Nature.
  • Memoria y aprendizaje vegetal
    Estudios sobre habituación y respuesta adaptativa en plantas.
    Fuente: Gagliano, M. et al. (2014). Oecologia.

 

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