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viernes, 14 de noviembre de 2025

La ciencia se acerca a la vida extraterrestre con nuevas teorías y marcos profundos

 


La ciencia se acerca a la vida extraterrestre con nuevas teorías y marcos profundos

Por Bruno Perera

Durante décadas, la idea de vida extraterrestre fue territorio exclusivo de la ciencia ficción. Hoy ya no. La astronomía, la biología y la física han avanzado tanto que la posibilidad de que existan otros seres vivos en el universo se analiza con herramientas rigurosas, modelos matemáticos y sondas que viajan más allá de Júpiter.

La pregunta ha dejado de ser “¿hay vida ahí fuera?” para convertirse en “¿cómo sería esa vida?”

Las principales teorías apuntan en una dirección clara: la vida no necesita condiciones idénticas a las de la Tierra para surgir. La abiogénesis —el proceso por el cual la vida aparece a partir de química simple— podría producirse en cualquier planeta que disponga de energía, moléculas orgánicas y estabilidad mínima.

Si ese proceso ocurrió una vez en la Tierra, ¿por qué no habría de repetirse en miles de otros mundos habidos en la inmensidad del universo?

No hablamos de milagros. Hablamos de química.

Una de las líneas de investigación más tomadas en serio es la panspermia. Según esta hipótesis, fragmentos de roca expulsados por impactos podrían transportar microorganismos o moléculas biológicas de un planeta a otro. Si fuese cierto, algunos sistemas estelares podrían compartir “familias biológicas” similares, como ramas de un mismo árbol evolutivo dispersas por el espacio.

La ciencia no descarta que existan seres con anatomías, colores, texturas o metabolismos radicalmente distintos. Aquí la imaginación no es ficción: es biología comparada.

·        Organismos basados en silicio en lugar de carbono.

·        Seres que viven en mares de metano líquido, como podría ocurrir en Titán.

·        Vida sustentada por amoníaco, solvente eficaz a bajas temperaturas.

·        Criaturas adaptadas a altas radiaciones o a la oscuridad perpetua.

·       Sistemas cognitivos colectivos, más similares a colmenas que a cerebros humanos.

Los extremófilos terrestres —microbios que resisten temperaturas extremas, radiación intensa o ambientes tóxicos— demuestran que la vida es mucho más versátil de lo que creíamos.

Lunas como Europa (Júpiter) o Encelado (Saturno) albergan océanos líquidos bajo una corteza de hielo. En ellos podría existir actividad hidrotermal similar a la de las profundidades marinas de la Tierra, donde la vida prospera sin luz solar. Para muchos astrobiólogos, si la vida existe en algún lugar cercano, es ahí.

La idea de que civilizaciones alienígenas serían humanoides es una simplificación cultural. La inteligencia podría adoptar formas muy distintas:

·        Cerebros lentos en mundos helados.

·        Organismos veloces en atmósferas densas.

·        Inteligencias distribuidas en redes biológicas.

·   Civilizaciones post-biológicas basadas en máquinas o sistemas de información complejos.

Si una especie tecnológica evolucionó millones de años antes que nosotros, no sería extraño pensar que ya no sea estrictamente biológica.

A pesar de todas las probabilidades, no hemos encontrado señales claras de vida inteligente. Este misterio, la Paradoja de Fermi, plantea varias explicaciones: civilizaciones que se extinguen rápido, distancias demasiado grandes, señales que no sabemos interpretar o incluso un silencio voluntario. El universo podría estar lleno de vida… pero no necesariamente de civilizaciones deseosas de comunicarse.

Hoy la búsqueda científica se centra en dos vías principales:

·  Biosignaturas, como atmósferas con oxígeno y metano fuera de equilibrio, patronesestacionales o compuestos orgánicos complejos.

· Tecnosignaturas, como emisiones de radio artificiales, pulsos láser o megaestructuras (aún sin evidencia).

Los telescopios de próxima generación analizarán atmósferas de exoplanetas con una precisión sin precedentes. Paralelamente, las misiones a lunas heladas intentarán detectar moléculas orgánicas en sus géiseres naturales.

La comunidad científica está dividida.

·        Para los defensores de la teoría de la “Tierra Rara”, la vida compleja es una rareza casi milagrosa.

·        Para los partidarios del Principio de Mediocridad, la Tierra es solo un planeta más dentro de una estadística inmensa.

La respuesta aún no ha llegado, pero la acumulación de exoplanetas con condiciones diversas inclina la balanza hacia la idea de que la vida no es un fenómeno aislado.

Si algo demuestra la ciencia moderna es que la vida es tenaz, adaptable e inesperada. La existencia de otros seres, simples o complejos, no es solo posible: es probablemente inevitable en un universo con billones de mundos.

El verdadero desafío no será encontrar vida.
Será reconocerla cuando la tengamos delante.

…………………

Nota final

Abiogénesis:
Es la teoría científica que explica cómo pudo surgir la vida a partir de materia no viva. Describe el proceso por el cual moléculas simples —presentes en la Tierra primitiva o en otros planetas— pueden combinarse y organizarse hasta formar estructuras capaces de copiarse y evolucionar. En esencia, la abiogénesis estudia el origen natural de la vida desde la química.

Panspermia:
Es la hipótesis que sostiene que la vida, o al menos sus componentes básicos, puede viajar de un planeta a otro a través de meteoritos, asteroides o polvo interestelar. Plantea que la vida podría haberse originado en un punto del cosmos y “sembrarse” en otros mundos. Entre sus variantes se incluyen la litopanspermia (microorganismos transportados en rocas), la panspermia dirigida (vida enviada por civilizaciones avanzadas) y la panspermia natural interestelar.

Estas dos nociones —abiogénesis y panspermia— son pilares fundamentales de las teorías modernas que exploran cómo podría surgir, expandirse y diversificarse la vida en el universo.

 

 

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