¿Existen realmente partidos ideológicos en España?
Por Bruno
Perera.
En España se
sigue hablando de partidos de izquierda, de derecha, nacionalistas,
independentistas o moderados. Pero, ¿no será que todas esas etiquetas son solo
una máscara para ocultar una realidad mucho más uniforme y menos romántica?
Cada cuatro
años, los ciudadanos acuden a las urnas convencidos de que votan opciones
distintas, con visiones opuestas del país. Sin embargo, una vez alcanzado el
poder —ya sea a nivel estatal, autonómico o municipal— los comportamientos de
los partidos acaban siendo sorprendentemente similares. Todos se aferran al
cargo, colocan a los suyos, buscan financiación, negocian prebendas y reparten
cargos institucionales con la misma destreza.
Las supuestas
diferencias ideológicas parecen disolverse en cuanto el poder entra en juego.
Lo que prima no es el interés general, sino la supervivencia del aparato
político. Las grandes decisiones estructurales —el modelo económico, la
burocracia estatal, la deuda pública, la sumisión a intereses financieros o
internacionales— apenas cambian, gobierne quien gobierne.
Incluso los
partidos que se autodenominan “independentistas” o “nacionalistas” terminan,
con frecuencia, integrados en la misma lógica de poder, pactando presupuestos,
recibiendo subvenciones o gestionando competencias sin modificar el fondo del
sistema que dicen combatir.
España vive,
pues, una paradoja: se presenta como una democracia plural con múltiples
sensibilidades, pero en la práctica los partidos parecen ramas de un mismo
árbol, alimentadas por el mismo tronco de intereses. Las ideologías se han
convertido en instrumentos de marketing electoral. Lo importante ya no es
defender ideas, sino conquistar espacios mediáticos y garantizar cuotas de
poder.
En definitiva,
más que partidos de izquierda o derecha, lo que hoy predomina en España son
partidos de gestión, estructuras burocráticas que viven del Estado y para el
Estado, con discursos distintos pero objetivos comunes: mantenerse dentro del
sistema, repartirse su botín y sobrevivir a la siguiente legislatura.
Datos y fuentes
1.
Financiación pública y dependencia del Estado
Según el Tribunal
de Cuentas (Informe 2023), más del 80% de los ingresos de los partidos
políticos españoles provienen de fondos públicos, lo que demuestra su alta
dependencia del Estado.
Los partidos
reciben subvenciones directas por resultados electorales, financiación para sus
grupos parlamentarios, ayudas para funcionamiento ordinario y exenciones
fiscales.
2.
Coincidencias en políticas económicas y sociales
En materia de
economía, tanto gobiernos del PSOE como del PP han mantenido políticas
similares: apoyo al euro, control del déficit según las reglas de Bruselas,
privatizaciones parciales y rescates bancarios (como el de 2012 con más de 60.000
millones de euros asumidos por el Estado).
En política
laboral, la reforma del PSOE (2021) mantuvo gran parte de los pilares de la
reforma laboral del PP (2012), demostrando continuidad más que ruptura.
3. Corrupción
transversal
Los
principales partidos han sido salpicados por escándalos: Gürtel, ERE
de Andalucía, Púnica, Kitchen, 3% catalán, entre
otros.
Según Transparencia
Internacional (2024), España ocupa el puesto 36 de 180 países en el
índice de percepción de la corrupción, una posición media-baja dentro de la UE.
4.
Nacionalismos e independentismos integrados en el sistema
Los partidos nacionalistas
e independentistas (ERC, Junts, PNV, EH Bildu) reciben cada año millones de
euros en subvenciones públicas, tanto autonómicas como estatales, y
participan activamente en la negociación de presupuestos del Estado.
En 2023, ERC y
PNV fueron decisivos en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado,
consolidando su papel como piezas necesarias dentro del mismo tablero político
que critican.
5. Política
profesionalizada
El 90% de los
diputados y senadores actuales son profesionales de la política, sin
experiencia laboral significativa fuera del sector público o los partidos,
según el Observatorio de la Democracia (2024).
La rotación
entre cargos públicos, asesores y puestos institucionales demuestra una
estructura de poder cerrada, donde la prioridad es la permanencia dentro del
sistema, no el cambio.
Conclusión documental
Los datos confirman lo que la intuición ciudadana ya percibe: los partidos
políticos españoles, más allá de su discurso ideológico, comparten una misma
lógica de supervivencia y gestión del poder. La distancia entre la retórica
electoral y la práctica política es tan amplia que las etiquetas tradicionales
—izquierda, derecha, nacionalista o independentista— se han vuelto casi
decorativas.
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