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lunes, 18 de agosto de 2025

IA y periodismo: ¿Rivalidad o renacimiento?

 



IA y periodismo: ¿Rivalidad o renacimiento?

Por Bruno Perera.

En los últimos meses he vivido una paradoja que me ha hecho reflexionar profundamente. Un periodista dejó de publicar mis artículos. ¿La razón? El uso de la inteligencia artificial en parte de mis procesos de escritura.

No lo oculto: como la mayoría hemos hecho, hasta hace unos meses escribía mis artículos con mi saber mi imaginación y con ayuda de información habida en Internet. Pero desde que conocí la IA comprendí que podía aprovechar su capacidad y su caudal de información para escribir de manera más rápida y precisa. Siempre he admitido que, en ocasiones, colaboro con una IA para estructurar ideas, verificar datos o incluso redactar párrafos completos. Para mí no es una traición al oficio de escritor, sino una evolución natural. Aunque, para algunos, representa una amenaza existencial. (Por otro lado, la IA también me da la oportunidad de hacer en unos minutos viñetas a color para mis artículos, algo que antes no podía hacer, y además era cosa de mucho tiempo a invertir).

¿Qué aporta la IA? La IA no se cansa, no se distrae, no tiene ego. No escribe influida por el estado emocional del día, ni por el clima, ni por el miedo al juicio. Su “sinceridad” —si se me permite el término— proviene de una neutralidad radical. Toma información de libros, artículos y bases de datos, y la sintetiza sin prejuicios personales y sin bulos ni estafas.

¿Es eso mejor que lo humano? No necesariamente. Pero sí es distinto. Y esa diferencia puede ser valiosa.

¿Qué aporta el periodista? El periodista vive el contexto. Siente el pulso de la calle, interpreta silencios, conecta con fuentes, arriesga reputación. Su escritura está impregnada de experiencia, intuición e historia personal. Y eso no puede replicarse con algoritmos.

La IA puede ayudar a ordenar ideas, pero no puede reemplazar la mirada humana. No puede decidir qué historia merece contarse ni cómo narrarla con justicia.

¿Colaboración en vez de competencia? Quizás el problema no sea la IA, sino cómo la usamos. Si la tratamos como sustituto, es lógico que surjan miedos. Pero si la vemos como herramienta, como aliada, el panorama cambia.

Imagino un futuro en el que periodistas y creadores trabajen con la IA como copiloto. Donde el juicio humano y la precisión algorítmica se complementen. Donde el oficio no se pierda, sino que se potencie.

Final. Este artículo no pretende convencer, sino abrir un diálogo. A quienes se sientan desplazados les digo: los comprendo. Pero también los invito a explorar, a experimentar y a escribir juntos. Porque, al final, lo que nos une es el amor por las palabras. Y ese amor no tiene por qué pertenecer solo a los humanos ni solo a las máquinas: puede ser compartido.

La IA puede ofrecernos información sobre millones de temas con una rapidez inédita, del mismo modo que Internet transformó la búsqueda de conocimiento hace apenas dos décadas. Y así como desde la antigüedad pasamos de escribir en tablas de arcilla con caracteres cuneiformes a hacerlo en pantallas digitales, ahora nos toca aceptar que la civilización sigue avanzando y modernizándose.

Por mucho que nos resistamos, el progreso no se puede detener. Y cuando dentro de unos años la inteligencia artificial cuántica irrumpa en nuestras vidas, habrá que escribir un nuevo artículo para entenderla y aceptarla.

¿No es acaso esa la maravilla de nuestra historia?

 


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