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miércoles, 1 de enero de 2025

El racismo tardará muchos años en desaparecer de la Tierra

 


El racismo tardará muchos años en desaparecer de la Tierra 

Por Bruno Perera

Sostengo que el racismo es un fenómeno que no desaparecerá de la Tierra en pocos años. Por ello, quizás la solución más adecuada sea aprender a vivir con él y sus consecuencias, aunque esto cause dolor a algunos y les resulte difícil de comprender. A continuación, explicaré las causas que creo que lo producen.

El racismo, esa sombra oscura que ha acompañado a la humanidad a lo largo de su historia, parece estar profundamente arraigado en nuestra naturaleza. A medida que avanzamos en el tiempo, nos enfrentamos a la realidad de que este fenómeno no es solo un problema social, sino una manifestación de una mentalidad competitiva que nos ha sido inculcada desde tiempos inmemoriales. En un mundo donde el poder cósmico nos ha enseñado a luchar por nuestra supervivencia, hemos aprendido a ver a los demás como rivales en lugar de compañeros.

Desde una perspectiva evolutiva, la competencia ha sido un motor de progreso. Sin embargo, esta misma competencia ha alimentado la idea de que debemos despojarnos de todo lo que consideramos "débil" o "inferior". En este contexto, el racismo se convierte en una forma de desprecio hacia aquellos que se perciben como diferentes o menos capaces. No se trata únicamente del color de la piel; el racismo se manifiesta en una amplia gama de prejuicios que incluyen la apariencia física, la complexión, la minusvalía de algo físico, la altura, la belleza, la religión, la nacionalidad y, por supuesto, la situación económica.

La sociedad tiende a rechazar a quienes no cumplen con los estándares que se han  establecido. Aquellos que son considerados "menos" en cualquier aspecto son objeto de desdén y marginación. Esta actitud no solo perpetúa el racismo, sino que también crea un ciclo vicioso de odio y exclusión. Al despreciar a quienes se les considera inferiores, se  niega reconocer la diversidad por miedo a lo desconocido.

Es importante entender que el racismo no es un fenómeno aislado; es una manifestación de un sistema más amplio de opresión y desigualdad. La creencia de que algunos seres humanos son superiores a otros se basa en una construcción social que ha sido alimentada por siglos de historia, cultura, religión y política. Esta construcción se convierte en un mecanismo de defensa para aquellos que temen perder su posición en un mundo cada vez más competitivo.

A pesar de los avances en la lucha contra el racismo, es evidente que este problema persiste. Las manifestaciones de odio y discriminación siguen siendo comunes en nuestras sociedades, y las luchas por la igualdad y la justicia continúan. Sin embargo, es fundamental reconocer que el racismo no desaparecerá por sí solo. Requiere un esfuerzo consciente y colectivo para desmantelar las estructuras que lo sostienen, muchas de las cuales están derivadas de creencias religiosas y del temor a ser igual que los menos favorecidos.

La educación juega un papel crucial en este proceso. Al fomentar la empatía y la comprensión entre diferentes culturas y grupos, podemos comenzar a desafiar las creencias arraigadas que alimentan el racismo. Es esencial que las nuevas generaciones sean educadas en la diversidad y en la importancia de valorar a cada individuo por su humanidad, en lugar de juzgarlos por su apariencia o su situación económica.

En conclusión, el racismo es un problema complejo que no desaparecerá de la noche a la mañana. Sin embargo, al reconocer su existencia y trabajar juntos para combatirlo, podemos aspirar a un futuro donde la diversidad sea celebrada y la humanidad sea valorada en su totalidad. Solo así podremos romper el ciclo de odio y construir un mundo más justo y equitativo para todos, pero sin religiones, mafias políticas y ni oenegés que ponen siempre la excusa del racismo para controlar a las naciones más avanzadas.

P.d. Hasta hace unos 60 años, las naciones europeas consideraban a los países asiáticos, africanos y de Centro y Suramérica como un conjunto de naciones tercermundistas, catalogándolos como inferiores. Sin embargo, algunas de estas naciones han venido desarrollándose y haciéndose más ricas; hoy en día son consideradas del primer mundo y sus ciudadanos son tratados con menos racismo. Esto nos indica que el racismo está fundamentado en todo aquello que nos recuerda la pobreza que no queremos padecer.



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