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lunes, 23 de diciembre de 2024

El ADN es la huella cósmica y también el instinto primordial de la vida

 


El ADN es la huella cósmica y también el instinto primordial de la vida

Por Bruno Perera

Desde el más pequeño musgo hasta los majestuosos árboles, la vida en la Tierra es un enorme entramado de organismos que comparten una herencia común: el ADN, o ácido desoxirribonucleico. Este complejo ácido, que se encuentra en el núcleo de las células eucariotas, actúa como el libro de instrucciones de cada organismo, almacenando y transmitiendo la información genética necesaria para su desarrollo, funcionamiento y reproducción. Pero, ¿podemos considerar el ADN no solo como un componente biológico, sino también como un vínculo con el cosmos?

La idea de que el ADN es “polvo de estrellas” nos invita a reflexionar sobre nuestras raíces cósmicas. En el corazón de esta noción está el entendimiento de que todos los elementos que componen nuestro cuerpo, incluidos los átomos de carbono, oxígeno y nitrógeno, se formaron en el interior de estrellas que explotaron hace miles de millones de años. Así, cada ser vivo no es solo un producto de su entorno, sino un fragmento de la historia del universo, un eco de la energía primordial que dio origen a todo.

A medida que exploramos la diversidad de los organismos, notamos que, a pesar de las diferencias en la estructura y función celular, todos comparten la misma base genética. Las células animales, por ejemplo, poseen un núcleo bien definido donde reside el ADN, mientras que, musgos, hierbas y plantas, aunque también eucariotas, han evolucionado para realizar la fotosíntesis gracias a los cloroplastos que contienen. Los árboles, con su complejidad y monumentalidad, son un testimonio de cómo el ADN ha permitido la adaptación y el crecimiento en diversas formas de vida.

Este ADN, que podríamos considerar como un instinto primordial, es más que un simple código genético. Es el legado de la vida, una memoria que trasciende el tiempo y el espacio. Cada organismo lleva consigo la información que le ha sido transmitida de generación en generación, un saber que ha sido pulido a lo largo de eones. En este sentido, el ADN se convierte en un canal a través del cual el “Cosmo-Poder” se manifiesta en la vida, un instinto que guía a cada ser en su camino hacia la existencia.

Al reflexionar sobre nuestra conexión con el universo, podemos imaginar que cada uno de nosotros, al nacer, portamos la historia de un cosmos que ha evolucionado desde el Big Bang. La vida es, en muchos aspectos, un viaje de descubrimiento en el que recordamos, aunque de manera fragmentada, la energía cuántica que nos precede. En este viaje, el ADN actúa como un mapa que nos guía, un recordatorio de que somos parte de un todo mucho más grande.

En conclusión, el ADN no es solo el fundamento biológico de la vida, sino también un símbolo de nuestra conexión con el cosmos. Cada célula de nuestro ser es un testigo de millones de años de evolución y un portador de la sabiduría ancestral que nos une a todos los organismos. Al entender el ADN como una huella cósmica, comenzamos a apreciar la vida no como un fenómeno aislado, sino como una expresión del universo mismo, un viaje compartido de instinto, memoria y existencia en un infinito y misterioso cosmos.

Ver artículos sobre la procedencia del ADN:

https://www.elespanol.com/ciencia/20160407/115488721_0.html

https://sebbm.es/rincon-del-aula/lo-que-nos-cuenta-de-ti-el-adn/


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