Se ha cumplido un año desde que los talibanes tomaron el control de Kabul. Un año desde la caótica retirada de las tropas de la OTAN, lideradas por Estados Unidos, y desde que los ciudadanos de Afganistán, principalmente las mujeres, perdieran los derechos que tanto les había costado ganar. Un año desde que supuestamente cambiaran las armas de fuego por un maletín y un smartphone, desde que aparentemente "pasaran del fundamentalismo al pragmatismo", como apunta Daniel Pérez, investigador del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET).
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