
J. (61 años) es uno de los profesionales que pudo llamar al servicio de tele-apoyo psicológico que organizó la fundación Galatea. Antes llamó a su CAP y le respondió alguien con un “¿qué pretendes, un psicólogo, con lo que está pasando?”. En una mutua a la que paga sus cuotas le aclararon que solo estaban para urgencias de traumatología. Pero él se había roto por dentro. “Me sentía cada vez más empequeñecido, solo. No podía parar de llorar”. Llevaba 14 días sin dormir, así que como no podía hacer nada para descansar, volvía al centro sociosanitario donde trabaja a cualquier hora. Sin entender qué le estaba pasando, sólo asustado de lo que sentía. Leer más
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