Desde la NADA el Cosmo-Poder
creó el universo como un banquete donde todo se come
Por Bruno Perera.
En el inmenso y enigmático escenario del universo, la
existencia misma parece surgir de un acto de creación asombroso: el Big Bang.
Este evento, que marca el inicio del tiempo y del espacio, puede ser
interpretado como un grandísimo banquete universal, donde el Cosmo-Poder, en su
infinita sabiduría, dispuso sobre la mesa universal todo cuanto pudo obtener de
la NADA cósmica. En este contexto, la partícula de Higgs jugó un papel
fundamental, actuando como cocinero que añadió el ingrediente esencial que
otorgó masa a las partículas, permitiendo así la formación de la materia tal
como la conocemos.
Imaginemos por un momento este banquete universal. En él, los
espíritus universales, guiados por la fuerza del Cosmo-Poder, se reúnen para
degustar todo lo que el universo tiene para ofrecer. Cada estrella, cada
galaxia, cada rincón del cosmos es un plato exquisito que se sirve en esta mesa
infinita. Los espíritus, seres de luz y energía, se alimentan de la esencia
misma de la creación, disfrutando de la diversidad y la complejidad que el
universo ha generado a lo largo de eones.
Mientras tanto, en nuestro pequeño rincón del cosmos, la
Tierra, los humanos y los animales nos encontramos en una posición peculiar.
Somos los comensales que, tras la gran cena cósmica, nos alimentamos de las
sobras que dejan los grandes espíritus del universo. La vida en nuestro planeta
es un reflejo de este banquete: cada ser vivo, cada ecosistema, es una
manifestación de lo que ha sido creado y consumido por aquellos que nos
precedieron. Así, la existencia en la Tierra se convierte en un ciclo de
consumo y transformación, donde la muerte de unos da vida a otros.
Este ciclo de vida y muerte es fundamental para entender la
naturaleza del universo. La vida, en su esencia más pura, nace de la muerte.
Cada estrella que explota en una supernova, cada organismo que cumple su ciclo
vital, contribuye a la creación de nuevos elementos y nuevas formas de vida. En
este sentido, la muerte no es un final, sino un paso necesario hacia la
renovación y la continuidad del banquete universal.
La reflexión sobre este banquete cósmico nos invita a
reconsiderar nuestra relación con el universo y con los demás seres que habitan
en él. Nos recuerda que somos parte de un todo interconectado, donde cada
acción tiene un impacto en el delicado equilibrio de la vida. Al igual que los
espíritus universales que se alimentan de la creación, nosotros también debemos
aprender a apreciar y respetar lo que nos rodea, reconociendo que cada ser,
cada elemento, tiene su lugar en esta mesa infinita.
En conclusión, el banquete universal creado por el
Cosmo-Poder a partir de la NADA es una metáfora poderosa que nos invita a
explorar la naturaleza de nuestra existencia. Nos recuerda que, aunque somos
comensales de las sobras de los grandes espíritus universales, también somos
parte activa de este ciclo eterno de vida y muerte.
En cada bocado que tomamos, en cada respiración que damos,
estamos conectados a la inmensa red del cosmos, recordando que la vida, en su
complejidad y belleza, es un regalo que debemos valorar y proteger, y aunque
para que otros vivan debamos morir.
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