Descendientes de guanches ayudaron a partir del año 711 d.C., en la conquista de la
Península Ibérica
Por Bruno Perera.
En el año 711d.C.,
las tropas sirio-árabe-beréberes cruzaron el Estrecho de Gibraltar y derrotaron
al rey visigodo don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Así comenzó la
conquista de Hispania por el Califato Omeya, un proceso que en apenas una
década transformó el mapa político, religioso y cultural de la península
ibérica. Pero ¿Quiénes eran realmente esos beréberes que acompañaban a Tariq
ibn Ziyad? ¿Y qué vínculos podrían tener con los antiguos habitantes guanches de
Canarias?
Los beréberes
—pueblos amaziges del norte de África— fueron protagonistas esenciales en la
expansión islámica hacia el oeste. Tras la islamización del Magreb, allá por
los años 680-711 d.C., miles de ellos se sumaron a las campañas militares que
llevaron el islam hasta el corazón de Europa. En la conquista de Hispania, su
papel fue decisivo: no sólo como soldados, sino como colonos que se asentaron
en las nuevas tierras de al-Ándalus.
Ahora bien, los estudios arqueológicos y genéticos sugieren que los guanches —los antiguos habitantes de Canarias antes de la conquista castellana— eran de origen bereber. Se estima que sus ancestros llegaron a las islas alrededor del siglo III a.C., probablemente desde la costa norteafricana, puerto Mogador actual Essaouira en embarcaciones rudimentarias o en barcos fenicios o arrastrados por corrientes atlánticas.
Si aceptamos
que los guanches eran descendientes de beréberes que emigraron a Canarias
siglos antes, y que los beréberes del siglo VIII eran sus parientes culturales
y genéticos, podríamos plantear una hipótesis provocadora: que los guanches —o
al menos sus descendientes continentales— participaron en la conquista de la
Península Ibérica.
¿Es esto una
licencia poética? Sin duda. Pero también es una forma de invertir la narrativa
colonial: los pueblos insulares, tradicionalmente vistos como periféricos y
pasivos, reaparecen aquí como actores de una conquista continental. Desde esta
perspectiva, podríamos decir que los guanches —a través de sus parientes beréberes
islamizados— llegaron hasta el río Ebro, junto a árabes y sirios, como
conquistadores.
La idea de que
los guanches "conquistaron" la península no puede sostenerse en
sentido estricto. No hay evidencia directa de que individuos nacidos en
Canarias participaran en las campañas del siglo VIII. Pero como metáfora
histórica, la hipótesis revela algo más profundo: la circularidad de las
migraciones, la porosidad de las identidades, y la necesidad de revisar las
narrativas eurocentristas que separan África de Europa como si fueran mundos estancos.
Hoy, los
restos arqueológicos guanches, los topónimos bereberes en Andalucía, y las
huellas genéticas compartidas entre Canarias y el Magreb, nos invitan a pensar
en una historia más conectada. Una historia en la que los guanches no son sólo
víctimas de la conquista castellana, sino también herederos de una tradición de
movilidad, resistencia y —por qué no— conquista.
Nota: La palabra guanche, emblema de identidad y
resistencia en Canarias, podría tener un origen heroico: guenchir, verbo
del francés antiguo que significa “esquivar”. Según investigadores como
Maximiano Trapero y Elena Llamas, los conquistadores normandos habrían usado guenche
para describir la agilidad de los aborígenes —no como pueblo, sino como
obstáculo móvil. De ahí, por la magia fonética del colonialismo, guenche
devino guanche.
La paradoja es
importante: el gentilicio que hoy reivindica raíz y dignidad habría nacido como
apodo táctico, como si los aborígenes fueran jugadores de esgrima en una guerra
desigual. Inicialmente exclusivo de Tenerife, el término se expandió como una
mancha de tinta sobre el mapa insular, borrando matices culturales en nombre de
la simplificación imperial.
Pero la
historia no se deja esquivar tan fácilmente. Guanche también se ha
interpretado como guan-chinech, “persona de Tenerife”, en lengua
bereber. Y es que los antiguos habitantes del archipiélago eran —y siguen
siendo— parte del tronco amazig que pobló la Mauritania Tingitana antes y
después de Cristo. En ese sentido, guanche equivale a bereber,
aunque con el barniz de la mirada europea: un gentilicio impuesto, no elegido.
Así, la
palabra guanche encierra una doble fuga: la del esquive físico ante el
invasor, y la del sentido original ante la pluma del cronista. ¿Es un homenaje
o una caricatura? ¿Un nombre propio o una etiqueta ajena? Tal vez sea ambas
cosas. Como toda identidad colonizada, vive en la tensión entre lo que fue
dicho y lo que se quiere decir.
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