Rancho Texas - Puerto del Carmen - Lanzarote

domingo, 10 de agosto de 2025

El peloteo en las empresas es como manzanas podridas que contamina a otras habidas en la misma la caja

 


El peloteo en las empresas es como manzanas podridas que contamina a otras habidas en la misma la caja

Por Bruno Perera.

En muchas empresas, el talento y el esfuerzo no siempre son los que brillan. A veces, lo que se impone es el peloteo: esa práctica servil y aduladora con la que algunos empleados buscan ganarse el favor de sus superiores, no por méritos, sino por halagos vacíos y gestos oportunistas. Esta dinámica, lejos de ser inofensiva, puede convertirse en un cáncer silencioso que corroe la cultura organizacional desde dentro.

El peloteo no es lo mismo que el respeto. Respetar a un jefe implica reconocer su liderazgo, colaborar con honestidad y aportar valor. Pelotear, en cambio, es fingir admiración, exagerar logros ajenos y callar errores evidentes, todo con el objetivo de escalar posiciones o proteger privilegios. Es una forma de manipulación que convierte a una empresa en un escenario donde la autenticidad se pierde y la meritocracia se diluye.

Peor aún es cuando estos aduladores, al sentirse inseguros frente a compañeros más capaces, recurren a la crítica destructiva. Acusan a otros de tener “aires de grandeza”, de “querer sobresalir demasiado” o de “no saber trabajar en equipo”, cuando en realidad lo que les molesta es el brillo ajeno. Esta envidia disfrazada de preocupación por la empresa es una señal clara de toxicidad.

Y como bien dice el refrán: una manzana podrida pudre a las demás. Un empleado que opera desde la envidia y el peloteo no solo contamina su entorno, sino que puede desmotivar a los verdaderos talentos, sembrar divisiones y frenar la innovación. Su presencia es una amenaza silenciosa que, si no se detecta a tiempo, puede costarle caro a la organización.

¿Qué puede hacer la empresa?

Fomentar la transparencia: Evaluaciones claras y objetivas ayudan a distinguir el mérito real del ruido adulador.

Premiar la autenticidad: Reconocer a quienes aportan ideas, asumen riesgos y trabajan con integridad.

Detectar la toxicidad: Supervisores atentos deben identificar patrones de peloteo y críticas malintencionadas.

Actuar con firmeza: No se trata de castigar, sino de proteger la cultura de trabajo. A veces, eliminar la manzana podrida es la única forma de salvar el resto.

Final

Una empresa sana no se construye con halagos vacíos ni con empleados que critican por envidia. Se construye con personas que respetan, colaboran y compiten con nobleza. El peloteo es una señal de debilidad, no de lealtad. Y quienes lo practican, lejos de sumar, restan. Es hora de mirar más allá de las apariencias y apostar por la verdad, el mérito y el valor real.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario