¿Los perros te aman sin condiciones y los/as
amantes por interés?
Por Bruno Perera.
Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre,
y no es una exageración.
Un perro te recibe siempre con la misma alegría,
sin importar si eres rico o pobre, si estás de buen humor o si el mundo se te
viene abajo. Su amor parece inquebrantable, y en apariencia lo es. No obstante,
si observamos con detenimiento, ese cariño también tiene una base de interés:
el perro te ama porque lo alimentas, lo cuidas y le das un refugio. Si dejara
de recibir eso, quizá buscaría otro lugar donde sobrevivir.
La diferencia está en que el perro no engaña. Su
inteligencia no alcanza para fingir afecto o manipular emociones. Vive en el
presente, responde a la atención que recibe y actúa con transparencia. Su amor
depende del instinto, no de la estrategia.
El/la amante, en cambio, es un ser racional y
emocionalmente complejo. Ama, desea y se vincula, pero también calcula. Cuando
siente que el amor, la pasión o la atención disminuyen, busca inconscientemente
—o con plena conciencia— otro lugar donde saciar lo que le falta. Los/as amantes,
como los perros, también buscan alimento, pero no de carne: buscan alimento
emocional.
El gran problema es que el humano puede mentir
para mantener el intercambio, fingir cariño, esconder el desinterés o incluso
traicionar para obtener lo que desea. Su inteligencia le permite amar, pero
también jugar con el amor.
Por eso, aunque ambos —perro y amante— se muevan
por necesidad, la diferencia moral es enorme:
El perro es fiel por naturaleza, sin doble
intención.
El humano solo puede ser fiel por decisión y voluntad consciente.
El perro no te ama por ética, sino por instinto. El/la amante no te ama por
instinto, sino por conveniencia o emoción, que con el tiempo se convierte en
memoria, deseo o aburrimiento.
No obstante, el amor humano también tiene una dimensión
que va más allá de lo egoísta o calculador. En las mejores relaciones, el amor
no es solo una transacción de deseos y necesidades. El amor verdadero en los
seres humanos puede ser desinteresado, generoso y profundo. Muchos seres
humanos, impulsados por su capacidad para la empatía y el sacrificio, aman sin
esperar nada a cambio, incluso renunciando a sus propios intereses. Es este
tipo de amor el que, aunque menos frecuente, puede ser tan puro y transparente
como el de un perro, aunque nacido de un ser consciente, capaz de reflexionar y
de tomar decisiones complejas.
Así, el perro sigue representando la pureza
emocional, la lealtad sin condiciones. Pero el humano, también capaz de amar
con una sinceridad que trasciende el cálculo, demuestra que, aunque los
intereses jueguen un papel, el amor humano es mucho más que eso. Es una mezcla
de emociones, decisiones conscientes y la capacidad de dar sin esperar, aunque
siempre con la conciencia de que todo amor, incluso el más desinteresado, forma
parte de un intercambio.
Quizá por eso el perro siempre te espera sin
reproches, mientras que el/la amante, en cambio, siempre te examina… pero, al
mismo tiempo, puede esperar lo mismo de ti: un amor que sea, también, sin
condiciones.

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